Concierto triunfal de Los Planetas en el Sant Jordi Club
La banda de Granada, enseña del indie, se reinvindica sin olvidar el pasado
Los años dorados de Benicàssim ya están lejos, tanto que muchos de los que la otra noche asistieron a su concierto no tenían entonces edad ni para saber que les gustaban. Aquellas multitudes, aquella comunión de aficionados situados en los márgenes de la industria, regando gustos entonces menos convencionales, aquella sensación de pertenencia a un colectivo ya forma parte de la historia, es agua pasada. Pero el río sigue discurriendo, y los granadinos se dieron el gusto de sentirse igual de jaleados por sus seguidores. La longevidad del proyecto ha acabado dando la razón a Jota, Florent y los suyos, y la banda que fuera enseña del indie se sintió tan en su salsa que hubo de ampliar el número de bises previstos para dejar satisfecha a la multitud de bolsillo que en una noche gélida se calentó con Los Planetas en el Sant Jordi Club. El tiempo no les ha dañado.
Los Planetas de hoy en día son una banda que marcha a dos velocidades. Con la primera comenzó el concierto, canciones que reptaban bajo la advocación de armonías flamencas, melodías perezosas que marcan raíces en el folclore meridional español. Lenguaje conocido que resulta familiar tanto en la sonoridad como en las letras, versos que hablan de verjas y de enamorados, de pasión y de sabiduría popular: “me puse a beber un día/ de la fuente del saber/ y sólo logré entender/ que no hay filosofía/ que pueda entender”, cantaban tras una nube de distorsión y una batería puntual como las certezas, un retumbar de vida, un acento en el quejío. No era flamenco, era, es, un grupo andaluz que no hace flamenco rock pero toma el flamenco como marco mental y sonoro para hacer su rock. Primera parte.
Segunda. Comenzó con Hierro y níquel una de las piezas del disco que presentaba la banda. “Sabes de sobra que te quiero..../ y si no es el momento/ esperaré a que llegue la hora”. Ese arrastrar las canciones se iba deslizando hacia una paulatina aproximación al pop-rock de los años de gloria, cuando ser joven parecía un estado natural inalterable. Llegaron Segundo premio, Un buen día, David y Claudia. Y Jota fumaba un cigarrillo tras otro, como hacían los cantantes de antes, cuando fumar no era pecado. El éxtasis final volvió de nuevo la mirada al mundo pop de los noventa, y temas como Nuevas sensaciones desataban nuevos delirios. Sí, Los Planetas ya no encabezan nada, sólo, y no es poco, su forma de ver la música, aún con sentido cuando Benicàssim es ya una batallita de futuros abuelos. A la salida una locutora hablaba en la radio de la banda y decía que no siempre suenan bien. Su marco mental seguía en los noventa.
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