El Gaudí germinal, recuperado
Casa Vicens, el primer gran proyecto del arquitecto, abre al público el 16 de noviembre después de 132 años como vivienda privada
Hiedras y plantas trepadoras, olivos, viñas, hojas de palmitos, clavel de moro, magnolias, flor de la pasión, rosas y zarzas con enormes moras. Son algunas de las especies vegetales que crecían en la finca familiar en la que el agente de cambio y bolsa Manel Vicens i Montaner encargó al arquitecto Antoni Gaudí, de 31 años, construir una casa, la Casa Vicens (Carolines, 20), en la vecina villa de Gràcia para veranear y disfrutar de la naturaleza, fuera de la aglomeración de la ciudad que ya empezaba a ser insoportable. La vivienda, que se construyó entre 1883 y 1885 —aunque hay especialistas como Joan Bassegoda y Daniel Giralt Miracle que la alargan hasta 1888— fue el primer encargo importante a este arquitecto que acabó incorporando en su exuberante decoración de paredes y techos esta vegetación creando una continuidad entre el exterior y el interior.
La Casa Vicens es una obra de Gaudí germinal en el que el arquitecto apuntó muchas de las características de su obra posterior y dejó ver su rico potencial. En 2005 este paraíso vegetal de Gaudí fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, máximo reconocimiento al que puede aspirar un bien cultural.
Después de permanecer más de 130 años como vivienda familiar y dos de trabajos de restauración, la Casa Vicens abrirá al público por primera vez el próximo 16 de noviembre. Ya hay muchas reservas por internet para visitarla aunque los primeros serán los vecinos que podrán saciar la curiosidad que han despertado los trabajos en esta casa icónica.
Acostumbrados a construcciones de Gaudí en las que la arquitectura de forma sinuosa domina por encima de la ornamentación, esta casa del arquitecto resulta rara. En este caso, la colorista fachada inspirada en la arquitectura oriental o nazarí de edificios como la Alhambra de Granada es de un intenso color rojizo en la que destacan las baldosas decoradas con la flor del clavel de moro de tonos anaranjados nada tiene que ver con la Pedrera o incluso la casa Batlló. El interior es sobrio en los suelos creados a base de mosaicos de pequeñas teselas blancas y negras en las habitaciones más nobles y de terrazo continuo en el resto del mismo color que los zócalos de las paredes. La parte superior de las estancias están decoradas con esgrafiados de plantas arbustivas: hiedras, arbustos y flores de la pasión, entre otras especies, que parecen no parar de crecer. Entre las estancias más pintorescas de la primera planta, que incluía sala de estar, comedor y cocina (hoy desaparecida), está el salón de fumar, la más oriental de todas las habitaciones. De estilo mozárabe, todavía pueden verse a un grupo de restauradores eliminando una capa de tono ocre que ha ocultado durante años el color azul añil original de los mocárabes de paredes y techo. Las piezas de las paredes, otra singularidad, no son de cerámica sino de papel maché, mucho menos pesadas pero más frágiles, uno de los pocos lugares del modernismo donde se han conservado pese a lo mucho que se utilizaron entonces. En el primer piso se sitúan las habitaciones y en la buhardilla las zonas de servicio y de secado de la ropa.
Esta vivienda creada a tres fachadas con una cara adosada a una medianera de una construcción conjunta sufrió una profunda transformación en 1925, cuando sus nuevos dueños, la familia Jover que habían comprado la vivienda a la viuda de Vicens en 1899, decidieron instalarse a vivir siempre allí. El encargado fue Joan Baptista Serra de Martínez que añadió un cuerpo a la original de Gaudí que por el exterior no se percibe pero que en el interior acabó con elementos como la escalera que daba acceso a las otras plantas.
Un modelo de apertura sostenible
Nada de autocares ocupando las aceras e interminables colas de miles de personas esperando a la puerta de la Casa Vicens. Esa es una imagen que quieren evitar los responsables de este nuevo proyecto, con su director, Joan Abellà, a la cabeza. Por eso han establecido un modelo que pretende integrar la casa al barrio y no causar problemas de convivencia. “Como máximo podrán entrar al año 150.000 personas, unas 500 al día y unas 60 por hora, priorizando la reserva previa, con la idea de que no haya nunca más de 100 personas en el interior de la vivienda”, explica el director que dejó la gerencia del Macba para sumarse a este proyecto. Para él el modelo de gestión se basa más en “la calidad de la visita que en la cantidad”.
La visita partirá del jardín. El visitante subirá planta por planta hasta acceder a la azotea, desde donde podrá bajar de nuevo al punto de partida y dirigirse al sótano, donde estará la tienda-librería, para finalizar el recorrido en la cafetería del jardín.
Desde que en 2014 la banca andorrana Morabanc compró esta vivienda se han invertido hasta ahora, además de la cantidad que se pagó a los Jover, 4,5 millones de euros en rehabilitarla y en realizar un proyecto museográfico. Todo, para recuperar al máximo el proyecto original y convertirla en una casa museo para explicar el primer Gaudí. El proyecto de rehabilitación ha corrido a cargo de los arquitectos José Antonio Martínez Lapeña, Elías Torres y David Garcia que, además de devolver el aspecto original a la vivienda en 1885, eliminando los añadidos que ocultaban parte de la fachada para facilitar su lectura y dotarla de todos los elementos de seguridad que permiten, por normativa, su apertura. Entre los elementos más destacados, una blanca y angulosa escalera que permite dividir la parte patrimonial creada por Gaudí e iluminar la zona creada por Martínez Lapeña. Esta zona, a partir de ahora, acogerá la zona expositiva temporal (dedicada a la obra primigenia de otros arquitectos contemporáneos a Gaudí) y la permanente, en la que se explican las influencias y las lecturas de Gaudí que le llevaron a poder realizar su proyecto, además de mostrar en maqueta e interactivos la evolución de esta casa a lo largo del tiempo.
En el exterior es donde es más que evidente el cambio sufrido por esta vivienda única. Si en la época de mayor esplendor, entre 1925 y 1946, la parcela llegaba hasta la actual Príncipe de Asturias e incluía una capilla de Santa Rita donde brotaba un manantial de agua con propiedades curativas. En la actualidad la vivienda está acosada por los edificios cercanos y la parcela reducida a la mínima expresión tal y como se aprecia en la terraza del edificio. “Nos sirve para explicar esta parte de la historia y el avance y la especulación de la ciudad”, remachó Abellà junto a uno de los templetes que coronan la fachada.
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