Cómo (sobre)vivir después del fin del mundo
El CCCB reflexiona y experimenta con las acciones y los efectos que llevan a la Tierra a su destrucción
La imagen de la Tierra desde el exterior, a miles de kilómetros de distancia, es la de un planeta azul, un paraíso de continentes y océanos en el que, tópicamente, siempre se ha asegurado que lo único que se ve a esa distancia de la acción humana es la gran muralla china. Pero si pusiéramos una lupa a esta imagen proporcionada desde que el Apolo 17 la tomó en 1972, veríamos que el hombre ha modificado, y mucho, este planeta, creando una nueva piel, cuarteada y tatuada.
Y lo ha hecho de forma irremediable según los entendidos que, alertan, que si no se pone remedio entre todos acabaremos con este mundo tal y como lo conocemos. El gran reto de la Humanidad de los próximos años es un tema medioambiental y los intentos por solucionarlo, como los acuerdos de París que prevén reducir ¡en solo dos grados centígrados! la temperatura del planeta y cero emisiones en la segunda mitad del siglo XXI, no han encontrado el respaldo de todos los países. Sobre esta pérdida del paraíso y del mundo tal y como lo conocíamos, pero también de la oportunidad de cambio y la urgencia de un pacto entre generaciones, la actual y la que ha de vivir, habla la exposición Después del fin del mundo que abre sus puertas hoy en el CCCB de Barcelona hasta el 29 de abril próximo.
El arte y la cultura no son ajenos a este problema que debería de tener una sección fija en los medios de comunicación de todo el mundo, sino que aportan atractivos elementos que ayudan a visualizarlo y por qué no a combatirlo. La exposición del CCCB, en la línea de otros trabajos anteriores de éxito como Big Bang Data en 2014 y Humanos en 2015, aborda este asunto a partir de ocho instalaciones inmersivas y participativas. El punto de partida es que el mundo que conocemos se está acabando y explica por qué y cómo se puede evitar, en la medida de lo posible a alterar este fatal destino porque no se trata de una “exposición apocalíptica, porque es cierto que se está acabando el mundo pero empieza otro que depende de las decisiones que tomemos hoy”, según Vicenç Villatoro, director del CCCB.
Comisariada por José Luis de Vicente la exposición cuenta con varios escenarios a los que se accede por unas áreas de descanso, en las que el espectador puede contemplar cómo el hombre es la principal fuerza transformadora del planeta, superando a la propia naturaleza. Lo muestran las enormes fotografías de satélites de la instalación Overwiew de Benjamin Grant en las que podemos ver desde los grandes campos de plásticos de Almería, la huerta de Europa, donde se produce lo que comemos, a las grandes zonas de explotación minera.
Tras entrar en un área en la que sorprende pasar por encima de una superficie de agua, comprobamos que estamos en el interior de una zona de secado de una tela dorada. El agua en realidad está contaminada por los colorantes que se aplican a esta y otras muchas telas que se realizan en India y Bangladés para exportar a la industrial de la moda occidental. El proyecto Destejido de Kate Davies y Liam Young muestra estos talleres masificados donde la explotación es norma y se compara en una pantalla con la última tejedora que crea tejidos con hilo de oro que queda en la India.
Recetas de salud ambiental
La exposición del CCCB sale a la calle por medio de una Clínica de Salud Ambiental en la que se podrá participar de forma activa por la salud ambiental. Situada en el pasaje Trullàs de Sant Martí se explicarán una serie de recetas vinculadas en cómo mejorar la calidad del suelo o del aire, aprender a cómo escoger las plantas que ayudan a mejorar nuestro entorno medioambiental, cómo medir la superficie folial (la cantidad de verde de nuestras ciudades), a cómo reciclar los materiales de desecho, ayudar a que las aves aniden en Barcelona y crear pilas a partir de elementos como el limón para poner en marcha pequeños dispositivos, más allá de las tradicionales pilas de litio, plomo o cadmio.
Charles Lim yi Yong es de Singapur uno de los países más pequeños del mundo “somos solo un punto en el mapa”, pero el país no para de crecer. Lo hace a costa de ganar metros al mar a base de abocar toneladas de tierra que compra en Indonesia y Malasia. Lim lo muestra en un mapa donde se ve a simple vista que su país ha crecido un 30% a costa del mar y un vídeo en el que los camiones no paran de arrogar este material que provoca, donde se extrae, desforestación y problemas medioambientales de primer orden, entre ellos el de la subida de los niveles del mar que en 2100 podría ser de 2,5 metros.
Inmersiva y participativa es Mitigación del choque la instalación del estudio de diseño Superflux que proponer crear nuestros alimentos en una de las habitaciones de nuestra casa. Algo necesario para solucionar el problema que representa tener que alimentar cada día a más de 7.000 millones de personas. En un apartamento del año 2050 se ha instalado un sistema de producción de alimentos (comprados en Ikea) en los que garantiza champiñones y lechugas, entre otros alimentos.
La exposición se cierra con el montaje de la ingeniera Natalie Jermijenko y su Clínica de Salud Ambiental que busca establecer nuevas relaciones, un pacto, el mutualismo, entre las distintas formas de vida de una ciudad que acaba con la explotación de los recursos y el sometimiento de las especies a nuestras necesidades. Una clínica que debería ser mejor una zona de urgencias.
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