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Dime dónde te sientas y te diré si eres reina, monja o plebeya

El monasterio de Pedralbes reflexiona sobre el estatus social de la mujer en los siglos XVI y XVII a partir del mobiliario

José Ángel Montañés
La Silla de la reina que conserva en el monasterio de Pedralbes.
La Silla de la reina que conserva en el monasterio de Pedralbes.Hilda Pérez

Honestas, modestas, obedientes, sumisas, virtuosas y castas. Son algunas de las virtudes en las que se educaban y se exigían a la mujer en los siglos XVI y XVII siguiendo modelos como el de la misma Virgen y el santoral femenino a las que se rogaba para alcanzar esta perfección; unas mujeres que solo podían actuar bajo el paraguas de un hombre. Pero había lugares donde las mujeres podían conseguir el espacio de libertad para desarrollar los proyectos que maridos, padres y hermanos les negaban. Como los monasterios, donde las mujeres, dirigidas por otra mujer, tenían más libertad para crear y crecer. En Pedralbes, uno de los centros religiosos de mayor tradición de Barcelona desde que lo fundara la reina Elisenda de Moncada en 1326 hasta hoy, que sigue acogiendo a una comunidad de religiosas clarisas de ocho monjas, se ha inaugurado la exposición Las mujeres también se sientan que explica (hasta el 18 de febrero) cómo el mobiliario y otros objetos de uso cotidiano de las mujeres que acabaron siendo monjas hablan de la condición femenina y reflexionan sobre lo que se esperaba de ellas dentro y fuera de la clausura.

Silla baja de mujer de la Corona de Aragón. Segunda mitad del siglo XVI.
Silla baja de mujer de la Corona de Aragón. Segunda mitad del siglo XVI.

Una silla es uno de los elementos de mobiliario más sencillos que podemos imaginar, pero su forma, su tamaño y, sobre todo, su altura, denota el estatus de la persona que la utiliza. “Era una señal clara de poder, no de confort como ahora, porque el papel que cada persona ocupa en la sociedad se visualiza de muchas maneras, y una es el mobiliario”, explica Mónica Piera, la comisaria de la exposición y una de las mayores expertas en muebles de toda España. En el Siglo de Oro español muchas mujeres se sentaban directamente en el suelo, eso sí sobre cojines. Si la silla llevaba reposabrazos quién se sentaba en ella (normalmente un hombre) era más importante que si lo hacía en una que no los llevaba. Del mismo modo, si un personaje se le pintaba tocando una silla es que tenía el privilegio de poder sentarse en público y si lo que tocaba era una mesa tiene derecho a firmar. Está claro y la exposición lo demuestra que cuanto más baja es una silla más obliga a someterse al que se ha sentado por encima tuyo.

Silla baja de mujer. Cataluña, siglo XVII.
Silla baja de mujer. Cataluña, siglo XVII.

Pedralbes es un lugar privilegiado, la paz que se ha vivido aquí durante siete siglos ha permitido conservar casi todo su patrimonio. En varias exposiciones se han presentado sus ricas obras de arte. Ahora le toca el turno al mobiliario que ha acompañado el día a día de las monjas con un gran sentido utilitario pero también con un alto grado de representación. Piera ha comisariado la muestra seleccionando las piezas a partir del ajuar con el que ingresaron cientos de monjas en este monasterio (muchas de ellas de una gran posición social) y piezas procedentes de otros museos y colecciones particulares, algo que es una novedad en este centro. En total son 200 piezas, algunas de ellas inéditas, como una serie de siete cuadros de amazonas, uno de los pocos conjuntos pictóricos no religiosos catalanes del siglo XVI, en las que aparece reflejado otro modelo de mujer nada sumisa e imaginamos que poco casta.

Un Zurbarán nunca visto

La exposición ha reunido algunas obras nunca vistas, fruto del trabajo de Piera. Como una pintura de Zurbarán de una Virgen niña que cose y reza. “Se había descrito pero no se había visto nunca, es inédita”, explicó Piera junto a este cuadro de enorme marco dorado que pertenece a un coleccionista.

Bover de Rosselló escribió sobre ella en 1845: “Tiene la labor en el regazo y el canastillo a los pies, las manecitas juntas en ademán de orar, levantando sus bellos ojos andaluces y la cabeza ladeada, en cuyo torno gira una aureola de querubines”. Todo un ejemplo de las virtudes a las que aspiraba una mujer... en el siglo XVII.

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Joyas, zapatos, abalorios y documentos hablan del origen noble de muchas de las ingresadas en el monasterio, pero la pieza que da origen a la exposición es la conocida como “Silla de la reina”, una pieza excepcional y extraña de la que hasta ahora no se conocía su origen. “El análisis de la madera ha demostrado que procede de la India portuguesa y que llegó a España y al monasterio, no sabemos cómo, pero a finales del XVI”, explica Piera. La silla lleva a pensar rápidamente en Elisenda de Moncada, la reina fundadora. “Es imposible, hay varios siglos de diferencia, pero su presencia no es extraña, teniendo en cuenta la sucesión de visitas reales y las relaciones familiares de algunas monjas con la monarquía”, remacha la experta. Su forma y decoración fue pronto copiada hasta mitad del siglo XX.

Que la silla marcaba el poder queda reflejada en la última sala de la exposición (la capitular) donde con una recreación escenográfica puede verse sobre un estrado la silla de reposo de la abadesa en la que recibía a los miembros del Consell de Cent que cada año (ahora también) subían a rendirle homenaje. Aquí mandaba ella por lo que la abadesa siempre estaba por encima de ellos que se sentaban en unos simples bancos. Eran ellos los que por una jornada tenían que levantar la mirada recibiendo de una mujer una buena lección de humildad.

Sobre la firma

José Ángel Montañés
Redactor de Cultura de EL PAÍS en Cataluña, donde hace el seguimiento de los temas de Arte y Patrimonio. Es licenciado en Prehistoria e Historia Antigua y diplomado en Restauración de Bienes Culturales y autor de libros como 'El niño secreto de los Dalí', publicado en 2020.

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