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Música para una fiesta

La Real Filharmonía de Galicia se da un homenaje de música española en manos de su director asociado

La Real Filharmonía de Galicia (RFG), dirigida por Maximino Zumalave, ha celebrado dos conciertos en Vigo y Santiago dedicados por completo a la música española. En programa, las Diez melodías vascas de Jesús Guridi (1886 – 1961), Granada, un atardeccer en La Alhambra, de Andrés Gaos (1874 – 1959) y las dos suites de El sombrero de tres picos, de Manuel de Falla(1876 - 1946).

Un programa fuera de abono al que solo le ha faltado la obertura de Los esclavos felices de Arriaga para recordar aquellos que la Orquesta Nacional de España prodigaba en los años sesenta. Una música capaz de atraer y fascinar a todos los públicos: desde los más legos, por su facilidad de escucha, a los más avezados. Y sobre todo por su gran calidad, valorable en todos los aspectos -melódicos, armónicos y rítmicos- de las obras programadas.

Zumalave ha dirigido todo el programa de memoria, algo que puede carecer de importancia. Pero que, después de escuchar el concierto de Santiago, se puede afirmar que es una demostración de lo interiorizada que tiene la música que dirigía. Desde el inicio de las Diez melodías vascas, la seguridad expuesta en cada obra y su adecuación a su escritura han sido muy “marca de la casa”. El director compostelano domina cada pieza y la expresa con arreglo a lo que se podría llamar su letra y espíritu.

Y esto, con una orquesta que responde como lo suele hacer –e hizo el miércoles- la Real Filharmonía, sólo puede dar el gran resultado sonoro y musical que se logró. Toda la variedad orquestal de la obra de Guridi quedó plasmada en sonido; la distinta de intención de cada pieza, quedó convertida en música. Lo mismo se puede decir de la sensualidad y exotismo que contienen los pentagramas de la obra de Gaos. De esta forma, Zumalave creó los climas sonoros idóneos para dos de las obras más representativas del impresionismo español.

El cambio llegó tras el descanso, cuando se pudo disfrutar del Falla que ya había dejado atrás las tímbricas y climas de sus obras anteriores. El público de Santiago tuvi pleno acceso al Falla que sirve la música de los Ballets rusos de Serguéi Diaguilev. Pleno de la Fuerza popular y de la magia suprema de la orquestación, el que escribe El sombrero de tres picos plasma en la obra en toda su dimensión la fuerza del pueblo. Y así sonó en manos de la Real Filharmonía y Zumalave.

Un detalle significativo de la calidad del concierto: el tempo de la Danza del molinero tuvo el grande y pausado reposo que requiere el palo flamenco del que nace. Así, se pudo gozar de una bien lenta y bien honda farruca. El universo sonoro de sofisticada jota de la Danza final fue el epílogo brillante que requería el concierto. La exhibición de musicalidad de todos y cada uno de los solistas (prácticamente los de todas las secciones de la orquesta), fueron las gemas de un gran aderezo forjado por Zumalave. Los aplausos del público fueron tal vez algo escasos para el mérito del concierto.

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