“Seguimos pensando que la mujer que habla de sexo es una guarrilla”
Maria Eugènia Casanova defiende la parodia como instrumento de crítica social y plasma la injusta realidad de la mujer en 'Agencia matrimonial'
Siete mujeres visitan una agencia matrimonial. Angelina, que no se puede quitar de la cabeza los pollos que vende en el mercado; Pilar Segura, que desborda una insoportable arrogancia de política facha; la esotérica Virgina, perseguida por sus fantasmas; la Mari, que lo flipa porque creía que ir a por pareja era como ir a pillar maría; Chantal, una prostituta que aprovecha que está de baja para buscar a un hombre que la retire; Rafaela, cansada de limpiar casas ajenas; y Soraya, una ex monja humedecida por sus calenturas. Un topicazo, dirán algunos. Una retahíla de personajes sobados y más que conocidos. Pero Agencia matrimonial, de la compañía M’Enredo Teatre, se sirve de estos clichés para plasmar, a través de la parodia, la desigualdad de la mujer en la sociedad actual. Maria Eugènia Casanova (autora, directora e intérprete de la obra), Iván Rubio y Marta Vilellas complirán en mayo su cuarto año programados en el Teatreneu (antes, estuvieron en el Llantiol) cargando con estas mujeres que, a su manera, luchan contra la soledad. "Todas, menos Pilar Segura, el 8 de marzo harán huelga", asegura, categórica, Casanova.
En el escenario solo hay una mesa y un teléfono. Y suena. La llamada es de la agencia, que bombardea a preguntas a la interesada para introducirla en su base de datos y avisarla cuando dé con su hombre ideal. Las preguntas sirven a la actriz para llevar a sus personajes al extremo (“esto es parodia, más que comedia”, dice). “Desde pequeña mi madre me machacaba diciéndome que me apuntaría a una agencia para casarme”, recuerda Casanova. “Algo me quedó de aquella broma… Y hace unos cuantos años, cuando hubo el bum de las páginas de contactos por Internet, me decidí a montar este espectáculo que es pura crítica social, más que reivindicación: que cada mujer (¡cada persona!) haga lo que quiera con su vida, por supuesto”. Algo de su contacto con La Cubana también ha impregnado la obra. Y también algo de sus admirados Carmen Machi o Rubianes, o del Almodóvar más primitivo.
Los siete personajes están estudiados al detalle. "Mi trabajo es observar la realidad. No paro de fijarme en la gente. Y con la pinta que tengo... algún día me soltarán una ostia, de tanto mirar”. Los personajes, claro, existen: "El otro día vino a la función mi pollera, la del mercado de Sabadell... ¡Qué vergüenza!" En cinco años, los mismos protagonistas han sobrevivido: "No hace falta cambiarlos", dice la creadora. "Y eso quiere decir que la sociedad no ha mejorado nada. La gente se sigue riendo, cuando deje de hacerlo querrá decir que los personajes han quedado desfasados”.
La risa, el humor, es un instrumento clave en el teatro. "Es una herramienta de crítica social muy importante", dice Casanova. "Hace falta que la gente lo sepa y lo entienda así, cosa que no pasa siempre. Resulta que con la película It [basada en la novela de Stephen King] muchos payasos se quejaron por la imagen que se deja de ellos. ¡Los payasos!" Es difícil hacer humor sin ofender, pero el problema, según la dramaturga, es del espectador: "No pasa nada por meterse con los gordos, o los calvos, o los veganos, o los listos, siempre desde el respeto. Lo que pasa es que el momento es tan delicado y la línea de separación tan fina… Y aparecen asociaciones insospechadas que se quejan. ¡Pero si la primera que se ríe de sí misma soy yo! Intento sacar lo peor de mí en cada personaje".
Casanova considera que el humor está encasillado. "Es un problema cultural. Por ejemplo, hace muy poco que vemos a mujeres clown; desde que éramos pequeños, el payaso era payaso, no payasa. Y seguimos con el cliché de que si la chica es guapa no puede ser graciosa y de que la mujer que habla de sexo en una guarrilla. La cosa está mejorando, por supuesto, pero a las mujeres les cuesta más. Sin olvidar que lo importante es que un espectáculo sea bueno lo haga una mujer o lo haga un hombre".
La actualidad, sobre todo en clave de humor, se cuela por fuerza en la ficción: “Pilar Segura, la política facha, comenta que se fue de crucero con Piolín”, cuenta Casanova, asombrada por la reacción del público ante este personaje en los últimos tiempos, en los que el conflicto por el referéndum está en el orden del día: "El texto de este personaje está repasado mil veces, la verdad", admite. "Prefiero controlar que no diga nada ofensivo, después de los casos que estamos viviendo". La actriz considera que el teatro sirve para demostrar lo que uno piensa. Así es su teatro, cercano, con personajes en los que, aun llevados al límite, el público pueda reconocerse o reconocer a algún vecino (vecina, en este caso).
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