Hasta el muermo
Antón Álvarez triunfa con un repertorio anodino y tópico, de melodías más aburridas que la perorata
Quien todavía piense en C Tangana como un rapero barrial y contracultural ya puede ir cambiando de registro. Su presentación de anoche, con La Riviera en pleno alborozo, estaba apadrinada por un gigante de la telefonía y a los espectadores nos abastecieron de pulseritas luminosas por control remoto, como si estuviéramos en un concierto de Coldplay. Nada que objetar, claro, a menos que empecemos con la monserga de la sociedad de consumo, el malvado capital, etcétera. Otra cosa es que comulguemos con un futuro de música íntegramente en lata, en la que un mozalbete chandalero desgrana banalidades con la voz procesada exactamente de la misma manera. Siempre. Hasta el hastío, el muermo, el apalancamiento.
Antón Álvarez Alfaro se anuncia como un jovencito sentimental (“¿Ha venido algún romántico aquí a verme?”), pero su discurso es de una medianía rijosa y sonrojante: desde “Mucha más droga para follar como yo” hasta “Ven para acá, ven, aprétame [sic] fuerte”. Si alguien soñó con un rapero que orilla la egolatría, ya se encarga él de repetir “AGZ” (por su alias Agorazein) para que la pista brame: “¡Siempre!”.
Es todo bastante desolador, la verdad, por mucho que agradezcamos la frescura de ese público entusiasta, jovial, que apura sus bermudas hasta las últimas consecuencias. Pero no es esto, no era esto. Tangana quiere abrazar la melodía, pero la suya es aún más aburrida que la perorata. Podemos saltar todo lo que deseemos, podemos incluso agitarnos con Mala mujer. Al final, sin embargo, solo queda un absurdo dolor de piernas.
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