Cercana como una caricia
Las cristalinas canciones del galés Carwyn Ellis propician una de las noches más hermosas en la vida del Café Berlín
Hay dos cosas que precisa cualquier músico para acabar tocando a la vera de Carwyn Ellis: manos de seda y una voz prístina. Así son los cuatro caballeros que acompañaban este sábado al galés en el Café Berlín, lugar propicio para encuentros íntimos y confesionales. La música de Colorama lo es: cercana como una caricia. Y elaborada con el mimo de quien esculpe versos y acordes como el que urde, día tras día, un sortilegio singular e irrepetible.
Esa delicadeza, ese cariño de artesano están en la esencia de Colorama. Por eso mismo el quinteto resulta tan especial y gozoso. Ellis escribe con espíritu atemporal y canta con garganta aterciopelada. Sus acompañantes le arropan con la yema de los dedos, envueltos en una exquisitez encantadora. Las escobillas predominan en la batería, el contrabajo asume las notas graves, el piano de media cola se recrea en acordes abiertos o cede el puesto a la humilde melódica, la guitarra sirve como cascada cristalina. Y las segundas voces (o terceras, o cuartas) siempre apuntalan el abrazo aquel.
Carwyn presentaba un disco pequeñito y sencillamente maravilloso, Some things just take time, que representa justo eso: tomémonos un tiempo, pospongamos las calamidades, atendamos a las cosas bonitas. Todo suena tan hermoso como si llevara mucho tiempo escrito. Algunas cosas huelen a casas en la campiña, como un viejo disco de Heron. Otras, al prodigio de High Llamas y, por extensión, incluso a Burt Bacharach. Halcyon days ostenta la capacidad de evocar los momentos hermosos del pasado, esos días que son como fogonazos de luz en el inmenso barullo de la existencia. Fueron 85 minutos bellísimos (Baby don’t go, In your memory), salpicados de medias sonrisas, buen humor y hasta un par de canciones en galés. Deberíamos adoptar a este muchacho. Se lo merece todo.
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