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ROCK / Franz Ferdinand

Diversión muy seria

Los escoceses enamoran en el DCode con sus clásicos más imparables y el avance de cuatro soberbias canciones inéditas

Actuación de Franz Ferdinan en el festival DCode.
Actuación de Franz Ferdinan en el festival DCode.Carlos Rosillo

Franz Ferdinand son una banda demasiado sólida y se toman lo bastante en serio como para no pensar solo en festivales. Lo que no quita para que, enfrentados a una multitud alborotada y predispuesta a la exaltación, resulten extraordinariamente idóneos. Así lo refrendamos la medianoche del sábado al domingo al paso de los escoceses por el festival DCode, donde se les concedió la franja horaria más generosa (80 minutos) y ellos respondieron ante 25.000 almas con un concierto irreprochable. Eufórico, sí, porque abundan las canciones como artefactos para la fiesta: desmelenadas, correosas, revolucionadas, muy pegadizas. Pero estupendo en su concepción musical y en una variedad rítmica que es todo un patrimonio, de tan inusual en el pop de masas.

Alex Kapranos se hartó a pegar santos desde el centro del escenario. Debe de resultar difícil contenerse y, sobre todo, este jefazo de Glasgow ama el espectáculo y espabila hasta al más mohíno. El pelo rubio platino le rejuvenece y acrecienta su anhelo de parecerse a David Byrne, al que imita incluso en algunos movimientos de idas y venidas por el escenario. Y esa es la mejor noticia. Kapranos busca la canción contagiosa desde la excelencia. Como les sucediera a Talking Heads.

Los archiduques ya habían incendiado el Dcode hace tres septiembres, pero lo de esta vez fue aún mejor. Porque no hay compromiso con ningún nuevo disco recién editado. Y porque, tras cuatro años sin noticias, los temas inéditos son soberbios. Sobre todo Lazy boy y su estribillo en compás quebrado, pero también los cambios de velocidad para Huck & Jim, el adictivo ritmo machacón de Paper cages y las polifonías galácticas que abren Always ascending. No hay puntada sin hilo. Y un final, This fire, con evidentes reminiscencias a Jim Morrison y toda la explanada agachándose a las órdenes de Kapranos. Muy grande.

Después de la exhibición, comenzó una prudente desbandada y la praderita se quedó muy agradable para echarles un ojo a The Kooks, otros repetidores en la nómina del DCode. Al cimbreo de los ricitos de Luke Pritchard ya habíamos asistido en la edición de 2012 y la sensación fue que poco habían variado las cosas desde entonces, aunque reencontrarse con clásicos recientes como She moves in her own way siempre constituye motivo de alborozo. Pritchard escribe como un Ray Davies adaptado a la era millenial y, en consecuencia, es grato pero no especialmente sustantivo. Un entretenimiento menor, si se quiere, después de lo sucedido justo antes. Pero a partir de ciertas horas, cualquier entretenimiento es bienvenido.

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