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TROPICAL Bomba Estéreo

Una gran explosión bailonga

Los colombianos exprimen las posibilidades de la electrocumbia ante una La Riviera muy predispuesta

La cantante de Bomba Estéreo, Liliana Saumet, el pasado 15 de junio, en un actuación del grupo en Bogotá (Colombia).
La cantante de Bomba Estéreo, Liliana Saumet, el pasado 15 de junio, en un actuación del grupo en Bogotá (Colombia).LEONARDO MUÑOZ (EFE)

Era de sospechar. Después de un mes de dieta severísima en lo que se refiere a la música en directo, vuelve la capital a acoger un concierto de mediana enjundia y el respetable enloquece de purito placer. La proyección ascendente de los colombianos Bomba Estéreo parecía a estas alturas una obviedad, pero lo de este miércoles en La Riviera, con la taquilla reventada y la excitación derramándose a pie de pista, sonó casi a punto de inflexión en lo que a estas tierras peninsulares se refiere. Incluso aunque la fórmula admita todavía algunos márgenes de mejora.

La fiesta arranca con 'paradiña', esa 'Siembra' que figura entre lo más etéreo, sutil y étnico del catálogo. Quizá no sea mala idea: los verborreicos pueden desgranar sus últimas hazañas al vecino y al llegar 'Química' no queda otra que prestar atención al escenario y despegar los pies de suelo. Los ritmos tropicales propician el contagio instantáneo y el magnetismo de Liliana Saumel hace el resto, incluso aunque su voz a veces confunda tribalidad con nasalidad. Pero no podemos resistirnos al embrujo de esa jefa de filas con traje rojo estampado, visera de capitana general en un desfile del Orgullo y una capa de lentejuelas en la que no cabían más colores.

El invento de la electrocumbia funciona, seguramente, por el equilibrio entre las dos mitades del término. Abundan los sonidos pregrabados, claro, pero la sensación no llega a ser de incomodidad: el aliento orgánico le mantiene la mirada al robótico, las guitarras crepitan de verdad, la membrana del djembé palpita gracias al contacto con los dedos, el pulso se percibe como un fruto del ser humano. Y el repertorio del reciente 'Ayo' excita ese espíritu táctil. Todos conocen, por cierto, canciones que aún no existirán hasta dentro de dos semanas en formato físico. Por si aún quedaba alguna duda sobre el poderío del 'streaming'.

Los mensajes y recursos se antojan algo elementales (la dedicatoria amorosa al esposo, la reivindicación del papel femenino en forma de 'Flower power', la niña danzarina que se sube al escenario para brincar durante 'Soy yo'), pero la sencillez y los movimientos de cintura siempre sirvieron como evidentes aliados en la transmisión del mensaje. Si ahora, encima, se han erigido en teloneros de Arcade Fire, para qué queremos más.

'Money money money' ofrece un argumento cáustico y travieso; el hábil motivo moruno insufla vida a 'Duele', de otra manera anodina, y el alentador mensaje de integración que enarbola 'Internacionales' ("Baila, que para bailar no necesitas lengua") refrenda esa filosofía de acceso inmediato. El espectáculo parece remitir a los apenas 50 minutos, pero se trata de una triquiñuela: los bogotanos, quinteto sobre las tablas, disponen para los bises de un menú casi tan copioso como el del plato principal. Así que el sudor dispone de margen holgado para aflorar. "El mundo está jodido", admite Liliana, pero la respuesta trepidante es 'Qué bonito'. La música como feliz espejismo. Y Bomba Estéreo como una gran, inmensa, explosión bailonga.

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