El policía que vio a Younes al volante: “Gritaba como loco bajando la Rambla”
El guardia urbano, Sergi, estaba en la entrada de la Rambla cuando accedió el terrorista con la furgoneta
Sergi tiene 35 años y es agente de la Guardia Urbana desde hace dos. Está destinado a la comisaría de Ciutat Vella. El jueves 17 de agosto le cambió la vida para siempre. Sergi fue el primer policía que vio a Younes Abouyaaqoub conduciendo la furgoneta. “Gritaba como un loco” mientras arrollaba a decenas de personas por La Rambla. El policía supo rápidamente lo que pasaba. Apretó el botón de la emisora: “Atentado terrorista. Despejad la zona”.
El agente estaba destinado ese día al indicativo de vigilancia situado en el intercambio subterráneo del metro, justo en la salida de La Rambla. Una zona donde los agentes están pendiente de carteristas, hurteros, manteros. El lugar de trabajo no es estático, sino que los agentes entran y salen continuamente del subsuelo al exterior del paseo barcelonés.
A las 16.50, Sergi estaba en el exterior junto a la boca de metro de La Rambla. Unos turistas estaban pidiéndole información cuando un golpe seco proveniente del paso de peatones que cruza el icónico paseo con la calle de Pelai le hizo girar la cabeza. “De la velocidad que llevaba la furgoneta al entrar en la Rambla, las ruedas se levantaron. En el vehículo solo iba el conductor con las ventanas subidas y gritando”.
El policía y tres de sus compañeros comenzaron a correr detrás del vehículo. “Gritábamos para que la gente se apartara. Supimos desde el primer momento que era un ataque terrorista”, recuerda. Los ojos del urbano se inundan de rabia cuando recuerda la trayectoria de la furgoneta: “Zigzagueaba buscando las paradas y quioscos donde estaba la gente distraída y sin capacidad de reaccionar. Quería causar el mayor daño posible”.
Los cuatro agentes corrieron hasta la altura de la calle Bonsuccés. La furgoneta se perdía Rambla abajo. “Paramos en seco, sin decirnos nada nos dimos la vuelta. El panorama que había dejado el terrorista era desolador”. Los cuatro urbanos supieron, al momento, lo que tenían que hacer. “Nos hicimos mentalmente nuestra lista de prioridades distinguiendo entre heridos graves y menos graves”.
Las imágenes que tiene grabadas en la mente son macabras, aunque el agente intenta destacar las muestras de solidaridad. Recuerda a espontáneos y agentes haciendo tareas de reanimación con “mucha sangre de por medio”. De la farmacia de la calle Bonsuccés sacó vendas y hasta un desfibrilador. Consiguió que una joven volviera a respirar gracias al aparato, pero no había tiempo de celebrar nada. Mientras seguían atendiendo a las víctimas, el pánico se instaló por completo en La Rambla. “Un turista nos dijo que había visto a una persona armada dentro del restaurante Istanbul. El local tenía la persiana cerrada”, recuerda. Había informaciones que decían que dentro de El Corte Inglés de la plaza de Cataluña había un tiroteo. El operativo se complicaba. Mientras La Rambla entraba en pánico, Sergi trasladó a un menor malherido hasta la farmacia. “Murió poco después, estoy convencido de que era Julian Cadman, el niño australiano", recuerda.
Zigzagueaba buscando las paradas y quioscos donde estaba la gente distraída
En dos años, el agente había desenfundado pocas veces la pistola. Aquella tarde, con operativos e informaciones que hablaban de tiroteos, pasó horas con el arma “manchadísima de sangre de las víctimas” entre las manos. “Ninguno de mis compañeros dudó un segundo en exponer su propia vida. Muchos estaban de vacaciones y abandonaron a sus familias para ayudar en una zona donde nadie sabía si había explosivos, francotiradores…”
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