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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Operaciones Cataluña

Lo que deberíamos esperar del Estado y de sus ministros es protección, no desacreditar ideas

El primer atropellamiento tuvo lugar en Charlottesville, como una premonición. Combatimos la facilidad de hacer daño con la confianza de que algo así no puede pasar, que un coche arrollará la multitud. Pero sucedió y el conductor mató a una de las manifestantes. Para un racista el razonamiento es lógico, hay vidas que valen más que otras.

Como ocurre con los símbolos, sus significados no son siempre iguales. Puede que el conductor de Charlottesville acumulara odio con la anticipación suficiente para convertirse en el criminal que es, pero la decisión de cargar contra los manifestantes la tomó ese mismo día. Los terroristas de Barcelona lo planificaron con tiempo y esmero y cada mañana se mostraban tan convencidos o más que la anterior de que estaban haciendo lo correcto.

Hay correlaciones que funcionan y que sirven para explicarnos cómo se desarrollan los hechos, que ayudan a entender a qué nos enfrentamos. Forman parte de las herramientas que tenemos para oponernos al mal, a la injusticia, a la fractura y a la mentira. Nos sirven, desde el periodismo, la literatura o la historia para intentar evitar que la tragedia se repita, para entender y no recaer.

Pero hay también comparaciones y relatos que van en la dirección contraria, se contaminan de lo que dicen querer combatir. Suelen obedecer a intereses espurios, a la necesidad de tener razón más que a la de tener razones, a la inseguridad de ver que los acontecimientos no encajan en las ideas preconcebidas. El mismo día del atentado de La Rambla, cuando todavía se contaban víctimas, se mezcló de manera infame el independentismo con el yihadismo. No fue casual, tenemos ya tradición. Mientras leía editoriales, artículos y viñetas era imposible no recordar el “ha sido ETA, estará contento el señor Carod-Rovira" que Acebes pronunció el 11-M. Articulistas y editorialistas no esperaron ni unas horas, ¿para qué, si están convencidos?

El independentismo ha llenado calles de manera pacífica y mientras así lo haga la vergüenza histórica caerá sobre quienes intenten atribuirle lo que no le corresponde. Escribiremos sobre ellos, les recordaremos sus artículos y que el simple hecho de juntar las dos palabras en la misma frase es miserable. ¿Lo escribieron en caliente? No, tuvieron tiempo desde Charlottesville para rectificar las comparaciones que ya habían hecho entre independentismo y derecha alt-right, pero ya es demasiado tarde. Están convencidos.

Todo viene de una correlación peor, que tiene que ver con el poder y con el periodismo que ha auspiciado y que ha creado, el periodismo de Estado. Durante los últimos años hemos asistido a un sainete que hoy recordamos con más escándalo si cabe, la Operación Cataluña y sus derivadas, que nos muestran lo poco que ha importado al Estado español la seguridad de los catalanes. Es la misma lógica, se tiene que culpar, de una manera u otra, al independentismo.

Es que es muy grave, es que mientras lo terroristas planeaban los atentados estábamos aguantado micrófonos en la Camarga, Moragas y Fernández Díaz, fontaneros del PSC, vodeviles con amantes y lo más turbio de las guerras intestinas de la policía. Lo hemos pagado con nuestros impuestos y en nuestra contra. Lo que deberíamos esperar del Estado y de sus ministros es protección, no desacreditar ideas, pero mientras, ni al imán de Ripoll vieron venir. ¿No se pararon a pensar las consecuencias que podía acarrear? ¿Ni durante todo este tiempo de cloacas y comparecencias? ¿Mientras estábamos en alerta 4 y se hacían insinuaciones sobre la vulnerabilidad ante los atentados? ¿Así era como perdían el tiempo, enfrentándose al independentismo, atacando el sistema informático de sanidad mientras teníamos células campando a sus anchas? ¿Marginando a los Mossos y no dándoles la información necesaria? Claro que sí, estaban convencidos.

No hace ni un mes el Gobierno en pleno denunciaba la creación de quinientas nuevas plazas de Mossos bajo el pretexto de la estabilidad presupuestaria y del derecho de veto. El Estado que fracasa estrepitosamente: un ministro incompetente, una correa de transmisión informativa que todo lo ensucia y un desembarco gélido del Gobierno y otro propagandístico de la Corona. Eso es todo lo que son capaces de ofrecer. Y encima, se atreven a mezclar independentismo con terrorismo yihadista.

Bueno, pues muy bien, pues adiós.

Francesc Serés es escritor.

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