Objetivo: que la huelga del aeropuerto de El Prat no te amargue las vacaciones
Tres amigas madrugan para evitar que la protesta de controladores arruine sus vacaciones a Tokio
El fin de semana ha sido intenso para Ariadna Díaz e Ízaro Bilbao. Ambas trabajan en la agencia Good2b y los últimos días han “vivido literalmente” en el parque del Fòrum de Barcelona. Allí han movido los hilos del festival de música electrónica DGTL. Afinaban cada uno de los detalles de un evento atípico donde sólo se comían platos vegetarianos y se buscaba la meca del residuo cero. El premio a 365 días de esfuerzo empezaba hoy con el inicio de un viaje de 15 días recorriendo Japón. Un viaje en el que Ariadna e Ízaro, junto con una tercera amiga, Laia, puedieran “desconectar, descubrir otros lugares y, en definitiva, hacer de turistas”.
Las primeras amenazas a un merecido descanso comenzaron a sonar con las primeras informaciones de huelga de los empleados de Eulen, la empresa que gestiona los controles de seguridad en el aeropuerto de El Prat. “Llevamos desde marzo preparando este viaje y estamos especialmente ilusionadas con Tokio, Naoshima…”, detalla Ariadna. La tarde del domingo, mientras Ariadna e Ízaro acababan su trabajo en el DGTL, Laia se plantaba frente al ordenador para seguir el recuento de las votaciones de los trabajadores de Eulen. El resultado, huelga indefinida, amenazaba con arruinar el arranque vacaciones. “Desde que tengo 18 años siempre he querido visitar Japón. Una protesta no iba a acabar con mi ilusión”, amenaza Ariadna. Solo existía una manera de superar los obstáculos, restarle horas al sueño.
“El vuelo sale a las 10.15 de El Prat. No podemos hacer mucho porque la ventanilla de facturación no va a abrir antes”, cuenta Ariadna. Laia es la primera en levantarse, poco antes de las cinco de la mañana. Recoge su mochila, se sube a un taxi y comienza a serpentear por el Eixample barcelonés recogiendo al resto de amigas. Ariadna acaba de meter todo lo que ha podido en la maleta y baja al portal de su casa. “En la vida había salido tan pronto de casa para coger un vuelo”, sonríe. La que peor lo lleva es Ízaro. Se ha dormido. “Mi idea era despertarme a las tres, ver un capítulo de Juegos de Tronos y recoger las cuatro cosas que me quedaban. Después del DGTL estaba tan cansada que me he quedado dormida”, se lamenta mientras recibe el abrazo de sus compañeras.
“Cómo se nota que es agosto. No hay nada de circulación. Si os parece cojo la calle de la Circunvalación y la Ronda Litoral”, informa el taxista, que ya tiene los bártulos de las tres amigas dentro del coche. Durante los escasos 25 minutos que separan el centro de Barcelona del aeropuerto, las tres amigas recuerdan otros viajes. Cuba, Nueva York, Brasil, Panamá, Colombia… “Hace poco fuimos a Formentera y llegué por los pelos al avión. De hecho estaba saliendo de casa cuando empezaron a embarcar”, recuerda Ariadna. “A mí cualquier reivindicación laboral me parece loable, pero la propuesta de la Generalitat supone el aumento de casi un 25% del salario de los vigilantes. Quizás se han pasado de pretenciosos”, denuncia. Las tres se enzarzan en una discusión donde todas opinan que, con tanta protesta, los controladores pueden acabar perdiendo sus trabajos.
El taxi se detiene frente a la terminal 1 poco después de las seis de la madrugada. Laia corre a por un carrito donde colocan todas las maletas salvo la de Ariadna, que tiene ruedas. Ahora es el turno de buscar la ventanilla de la compañía con la que vuelan, Finnair. “Está cerrada”, lamenta Ízaro. En la zona de control no hay ni medio minuto de cola, en cambio, en las ventanillas de facturación los clientes alarmados por el anuncio de huelga se aglutinan a la espera de que las compañías abran.
Poco después de las siete de la mañana el personal de tierra abre las ventanillas. A las 7.30 las tres amigas están a punto de facturar. “¿Dónde está mi maleta?”, se asusta Ariadna. La conversación ha hecho que olvidara el único bártulo que no está dentro del carro cinco metros más atrás. A las 8.15 las tres amigas comienzan a desfilar por el entramado de cintas de tela que pretende poner orden a unas colas que, por el momento, son inexistentes.
Las tres saludan efusivamente poco antes del control. El último obstáculo para las merecidas vacaciones está a punto de ser superado. El vuelo las llevará a Helsinki donde, a las 15.00, harán escala. “Llegaremos a Tokio a la 1.00 de la madrugada hora española”, explica Laia. Cada una coge una bandeja y deposita sus pertenencias. Hoy, además de los vigilantes de seguridad, hay más agentes de la Guardia Civil. La aventura de las vacaciones acaba de comenzar y de momento han salvado el único que obstáculo que parecía interponerse a su viaje.
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