“Le he dado a más de uno que se ha pasado de la raya”
Sol Ramos es una de las ocho gogós que cada día anima las fiestas del Café del Mar, que se acaba de inaugurar en el Port del Fórum en Sant Adrià del Besòs
El tocado que adorna la cabeza de Sol Ramos le hace honor a su nombre. Como si fueran rayos, 20 plumas atigradas salen de su cabeza en todas las direcciones y pelean contra una brisa marina que pega fuerte en la noche de un viernes estival. La luz la pone su sonrisa, de unos dientes grandes, blancos, y unos ojos claros difíciles de ignorar. Esta argentina de 25 años es una de las ocho gogós que cada día anima las fiestas del recién inaugurado Café del Mar, en el Port Fórum, en Sant Adrià del Besòs. La estudiante de danza da fe de que es posible ganarse la vida haciendo lo que más le gusta. Aunque sea verano.
Esta noche, el atuendo del primero de cuatro pases de baile que incluye su jornada laboral de tres horas tiene un aire futurista. El body negro con textura metalizada, los pendientes de espejo y un casco a juego que se quita para hablar mejor. “El tacón de hoy no es tan alto”, bromea enseñando unos zapatos que le agregan 10 centímetros a sus 1,73 metros de altura, bronceado perfecto y boca carmín. De día baila en la escuela y de noche en el trabajo, tanto en la sede de la famosa discoteca ibicenca como en el Opium del Port Olímpic de Barcelona.
“Ya no me agobio como antes”, confiesa la bailarina originaria de Rosario. La carrera sobre el podio comenzó cuando tenía 22 años y salía de una discoteca en la exclusiva población uruguaya de Punta del Este. Le ofrecieron irse a Ibiza, la meca de la noche, a hacer la temporada. Allí trabajó, entre otras, para Pacha y Privilege, el club más grande del mundo y con un aforo para 10.000 personas. Lo soportó bien, asegura, pero solo en la capital catalana era posible seguir con su sueño de ser bailarina profesional. Sabe perfectamente que es una profesión con fecha de caducidad y su sueño es tener su propia compañía de eventos y espectáculos. Pero todo a su debido tiempo.
“El verano huele a ‘quilombo’, a follón”
¿Dónde irás de vacaciones? Este año me encantaría ir a Tailandia o Bali. Para mí el idea de descanso es una playa y siempre que puedo me escapo a una.
¿Qué quieres ser de mayor? Sueño con tener mi propia empresa de eventos y espectáculos. Amo bailar pero sé que la vida de gogó tiene fecha de caducidad.
¿A qué huele el verano? ¡Uy, pues huele a quilombo! [Una expresión argentina similar a follón o lío].
¿Eres más de tinto de verano o de gintónic? Soy más de gintónic.
Ramos duerme un poco después del trabajo, estudia y su principal descanso es a la hora de la siesta. Llega al Café del Mar a las seis de la tarde para someterse junto a sus compañeras de la empresa de entretenimiento Avantgard Entertainment a la sesión de maquillaje, peinado y vestuario, que se cambia en cada actuación. Cada salida de baile dura 15 minutos, al ritmo electrónico que decida el DJ de turno. La coreografía del atuendo futurista se hace en el pequeño puente que hay sobre la piscina.
“Una gogó tiene que tener una buena actitud, si no te gusta bailar se nota”, asegura. Una ética que se ve recompensada. “Hay gente que se te acerca y te agradece por el show”, dice con felicidad. Y los hay, claro, que se acercan un poco demasiado. “Le he dado a más de uno que se ha pasado de la raya”, afirma mientras levanta una mano bien abierta, augurando una bofetada monumental. Una ética que también la obliga a mirar a otras bailarinas cuando ella está al otro lado del escenario. “Sigo a un montón de chicas, me encanta verlas”, acepta.
El viento se le lleva una pluma del tocado. Tras dos zancadas se agacha y la atrapa con una agilidad increíble. “¡Cada una vale como 20 euros!”, dice. La misma destreza que demuestra a la hora de subir al escenario. Son las nueve de la noche y la terraza del local no está aún muy llena pero las luces y la música no paran. Ramos y sus amigas comienzan su actuación con un remix de una de las canciones del verano: You don't know me de Jax Jones. Brazos arriba con las palmas abajo. Un movimiento brusco para ponerlas en la cintura. Las cruza sobre los hombros. El tronco para adelante y una subida suave y segura para quedar de nuevo erguida. Manos en la cintura, dando un aire de poder. Un brinco y la sucesión de pasos vuelve a empezar. Las plumas, a pesar de cualquier pronóstico, siguen en su lugar.
Una gogó tiene que tener una buena actitud; si no te gusta bailar, se nota”
El trabajo de Ramos en Café del Mar acaba a medianoche y de ahí se va al Opium. La jornada, asegura, la suele acompañar con agua y, a veces, con una copa de champán. El secreto para estar bien, dice, es nunca privarse de un buen descanso. Lo que más le gusta es la playa y dice que se escapa siempre que puede. Se nota en ese tono de piel canela Hollywood que el resto de mortales no puede conseguir a pesar de horas y horas bajo el sol. Entre el body negro, descubierto por detrás, se puede ver un gran tatuaje que se pierde por debajo de la cintura.
Curiosamente, el pertenecer a ese conjunto de seres de la noche la ha vuelto reacia a las discotecas. Es un ambiente que, de verlo tanto, ya dice que no le atrae en lo absoluto. “Me gustan otras cosas”. Y ríe cuando le preguntan si tiene novio. “No”, responde. Vuelve a reír. “No, no, no”, repite. Y otra vez la risa. Es tiempo para otro cambio de vestuario.
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