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La conquista vecinal pendiente

25 años después de la gloria olímpica, la mayor parte de visitantes a la montaña de Montjuïc, donde hay cuatro pequeños barrios, son turistas

Clara Blanchar
Miles de personas contemplan el espectáculo de la Font Màgica de Montjuïc en 1992.
Miles de personas contemplan el espectáculo de la Font Màgica de Montjuïc en 1992.Carles Ribas

Contaban bien las crónicas de hace 25 años el ambientazo que vivió la montaña de Montjuïc, epicentro de los Juegos Olímpicos. En un solo anillo se concentraban las principales competiciones: atletismo en el Estadio Lluís Companys; natación y sincronizada en las piscinas Bernat Picornell; saltos en la Sant Jordi; baloncesto en el Palau Sant Jordi, yudo en lo que hoy es el INEF... Instalaciones flamantes que era un orgullo enseñar.

Ya desde la plaza de Espanya, de donde salían autobuses lanzadera hacia la parte alta, no era difícil encontrar visitantes dispuestos a ver cualquier competición. Les daba igual un partido, que una final de medio fondo, que la sincro por equipos. Aquello era un frenesí de gente en las escaleras mecánicas.

La casualidad —o una gestión llena de buena fe pero equivocada— ha querido que este lunes se anunciara el cierre de Open Camp, el parque temático del deporte. Se instaló en el estadio Olímpico, un equipamiento que tras el breve uso por parte del Espanyol prácticamente solo se emplea para conciertos o grandes eventos como la fiesta del Club Super3. Pero apenas ha permanecido abierto un año. El proyecto, de inversores privados, supuso un desembolso de 13 millones de euros y cierra con muy buena reputación en el sector, pero con una deuda de 16 y sin haber pagado al Ayuntamiento el canon por utilizar las instalaciones.

Y es que la montaña de Montjuïc no acaba de arrancar en uso ciudadano. Por lo menos por parte de los barceloneses, que no se hacen con el que en realidad es el gran parque de la ciudad. Y no será por falta de oferta. Cerró el parque de atracciones, pero se cuidó el espacio que ocupaba —son espectaculares los toboganes— abrieron otros equipamientos, como el CaixaFòrum. El MNAC y la Fundació Miró funcionan, el INEF aporta una dosis de estudiantes; las Picornell de usuarios; el Castillo se ha incorporado a eventos de ciudad como la Mercè; el paseo del Mirador del Alcalde o el del Migdia son una chulada; el Mercat de les Flors tiene vidilla todo el año y el Grec en verano; el teleférico y el funicular tienen viajeros... el Poble Espanyol sigue ahí, como si hubiera estado toda la vida, igual que la Foixarda o el Tenis Pompeia y el estadio Serrahima.

Todo ello en una montaña y parque donde también hay cuatro mini barrios: El Polvorí, La Satalia, La Font de la Guatlla y Can Clos. Suman apenas 2.000 hogares. En el Centro de Estudios de Montjuïc (CEM) son muy críticos al hacer balance de lo que ha ocurrido en la montaña 25 años después de la gloria olímpica. “Los Juegos, en el imaginario, dieron la idea de que en Montjuïc cabía todo”, lamenta Ana Menéndez desde el CEM. Y subraya que el uso más intensivo de los espacios lo hacen los turistas. La Font Màgica concentra hasta 200 autocares diarios. Y no será que el centro de estudios no se esfuerce en difundir la zona.

El CEM entiende que la modificación del Plan General Metropolitano (PGM) que se hizo en vísperas a los Juegos fue la oportunidad perdida de reequilibrar la “excesiva calificación de equipamiento” que el PGM original había dado a la montaña. “Se edificó en exceso hasta que otra modificación en 2014 lo limitó parcialmente”. Otra crítica: “Las enormes superficies destinadas a viales” que “han transformado Montjuïc en un bypass para evitar los atascos de la ronda litoral y la Gran Via y que no tendrán solución hasta que se limite el tráfico del coche privado”.

El parque tiene otros problemas, como el ruido que origina el Poble Espanyol o eventos como los picnic o brunch electronic. O que la mitad de las construcciones están en “superficies recintadas, infranqueables para los peatones”. La palma se la lleva el hotel Miramar que privatizó parte de los jardines públicos “e hizo desaparecer uno de los caminos históricos de acceso al Castillo”. Los vecinos piden un plan de usos para recuperar la condición de parque. Pero no tiene ni fecha.

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Sobre la firma

Clara Blanchar
Centrada en la información sobre Barcelona, la política municipal, la ciudad y sus conflictos son su materia prima. Especializada en temas de urbanismo, movilidad, movimientos sociales y vivienda, ha trabajado en las secciones de economía, política y deportes. Es licenciada por la Universidad Autónoma de Barcelona y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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