Principiante con experiencia
Con solo 21 años y un gusto exquisito, el guitarrista neoyorquino consigue alborotar las sosegadas mesas del Café Central
No hay más que verle la cara de niño bueno. King Solomon Hicks apenas suma 21 primaveras y, en justa correspondencia generacional, inaugura el concierto del Café Central ilustrándonos sobre las etiquetas que debemos utilizar en las redes sociales. Su arte se remonta, en cambio, a muchas décadas antes de que el mundo se convirtiera en un deslabazado mosaico de estampas instagramers. Hicks ejerce como un cruce estilístico (y hasta casi fisonómico) entre George Benson y, sobre todo, Robert Cray. Y encarna un flagrante caso de precocidad sobre las tablas: a juzgar por su capacidad para disfrutar y transmitir ese mismo pálpito por las mesas, parece evidente que el miedo escénico nunca ha figurado entre sus preocupaciones.
Tendría edad de militar en la monserga de los ritmos urbanos, pero prefiere electrizarnos con una musculosa versión de Who do you love, aquel viejo blues de Bo Diddley reinventado luego por The Band. No cabe duda: el neoyorquino se toma su oficio muy en serio. Arranca con piezas de manual, Further on up the road o Everyday I sing the blues, y extrae de su Gibson un sonido limpio y endiablado. Buena gana de resistirse: al chaval parecen sobrarle dedos.
No hay demasiada llaga ni dolor en la garganta: la voz le brota más limpia y natural que melodramática. Solomon es un principiante con experiencia. No resulta fácil alborotar el circunspecto Central, pero él revoluciona las mesas y las cinturas con un vitamínico Johnny B. Goode, que finaliza tocando con la guitarra a la espalda. Hábiles triquiñuelas escénicas, como la de puntear entre el público o pulsar las notas solo con la presión de la mano izquierda. En la segunda mitad reincidiría con Chuck Berry (Maybelline) o haría escala en The Beatles con una asombrosa y casi irreconocible versión solista de I saw her standing there. Por favor: llévenselo a casa.
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