‘Vallekas’ quiere ser puerto solidario de mar
La Batalla Naval de Vallecas, con unos 14.000 participantes, se 'moja' por los derechos de inmigrantes y refugiados
“¡Wuaaaaa!”, grita una joven punk derramando un balde de agua sobre un amigo despistado. “¡Ouch!”, exclama el receptor del ataque sorpresa. “¡A por esos que van todo secos!”, exclama un comando de chavales armados con pistolas de agua. Este domingo se libró una guerra sin cuartel en las calles de Vallecas: la popular fiesta de la Batalla Naval, que desde los años ochenta se celebra anualmente por estas fechas.
Nada más salir del metro de Nueva Numancia, en Puente de Vallecas, comenzaban las húmedas hostilidades. En los balcones niños francotiradores se apostaban para lanzar globos de agua a los incautos recién llegados. Costaba permanecer seco más de un minuto. No tuvieron piedad ni de los periodistas, saltándose todas las leyes internacionales de las batallas de agua (si es que tales leyes existen). Eso sí, los periodistas comparecieron sin sus chalecos de prensa identificativos. El suelo semejaba un río.
La Batalla Naval vallecana nació en 1982 dentro de las tradicionales fiestas del Carmen. En todo este periplo acuático han pasado por todo tipo de situaciones: de estar prohibida durante el mandato del alcalde Álvarez del Manzano a formar parte de la programación municipal de los Veranos de la Villa el año pasado, siempre con un espíritu rebelde, vecinal y reivindicativo: comenzaron como una humorística petición de independencia de la República de Vallecas y de una salida costera para el barrio: “Vallekas, puerto de mar”.
Prueba de ese espíritu reivindicativo y portuario fue el pregón de este año, a cargo del activista pro Derechos Humanos Alhagie Yerro Gai, llegado a España procedente de Gambia en 2009 y primera persona en denunciar la situación de los Centros de Internamiento de Extranjeros (CIEs) españoles ante el Parlamento Europeo. La Cofradía Marinera de Vallekas, organizadora del evento, quiso poner el foco en esta edición en el derecho a asilo de los inmigrantes y refugiados. “Nos ‘mojamos’ por algo”, dice la Cofradía en un comunicado. Se esperaban 14.000 participantes, casi todos en bañador y chanclas.
Después del pregón, en el "bulevar" Peña Gorbea, la algarabía húmeda y bucanera continuó siguiendo a dos carrozas con forma de barco, hasta llegar a la “zona húmeda”, en el entorno de la calle Payaso Fofó, donde varios cañones cisterna empeñaron toneladas de agua en empapar a ciudadanos de toda edad, raza y condición. “Nunca había venido y tenía muchas ganas”, dice el treintañero Rubén, mojado de los pies a la cabeza, “ayer terminé un máster en desarrollo de start ups y hoy he venido a empaparme”. Desde los edificios, los vecinos hicieron uso de sus mangueras para rellenar los cubos de los festejantes. Sorprende, además, la gran sofisticación que logran algunos modelos de pistolas de agua, que convertían la marcha en una masa de plástico multicolor y algo marciano.
De la Batalla Naval de Vallecas hay hasta una tesis doctoral de la antropóloga Elisabeth Lorenzi, que fue convertida en el libro Vallekas, puerto de mar. Fiesta, identidad de barrio y movimientos sociales (Traficantes de Sueños). En sus páginas Lorenzi busca las raíces de esta fiesta en la identidad barrial surgida de los movimientos vecinales que lucharon porque Vallecas dejara de ser una zona chabolista, formada por la inmigración interior durante el gran éxodo rural del desarrollismo franquista, así como por los posteriores movimientos juveniles políticos y contraculturas. Algunos de los factores que formaron esa idiosincrasia vallecana obrera, reivindicativa y rockera, la identidad de esa Vallekas que se escribe con k.
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