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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Son todos una panda de nihilistas

No sería la primera vez que las élites saltan del coche en marcha y dejan que los tripulantes del coche —es decir, los ciudadanos— sean los únicos que catan la nada verdadera

En la escena culminante de Il sorpasso, del gran Dino Risi, el hermoso Lancia Aurelia conducido por Vittorio Gassman se despeña por un acantilado después de una alocada carrera contra nadie.

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Me acordé de esta escena al escuchar el anuncio de convocatoria del referéndum del 1 de octubre. Y me acordé porque de algún modo el Govern se comporta como el protagonista de Il sorpasso: ante la evidencia de que la vida no tiene sentido, la diferencia entre la nada y la vida es inexistente, y lo único que le queda a Gassman es la adrenalina desbocada de la conducción imprudente, la satisfacción del deseo más primario de correr tan rápido como se pueda; por su lado, ante la evidencia de que probablemente esta generación no verá la independencia, el Govern llega a la conclusión de que la diferencia entre la nada y la vida de Cataluña como comunidad autónoma es inexistente, por lo que, en un acto igual de nihilista que el de Gassman, decide despeñarse por el precipicio anunciando que va a convocar un referéndum unilateral que sólo provocará más tensión y agravará la situación.

Desde las llamadas elecciones plebiscitarias, el independentismo parece guiado por ese tipo de nihilismo con el que Risi marca al personaje de Gassman. Ante el más que probable escenario de que la ola independentista iniciada en 2012 no dé tanto de sí como para alcanzar la independencia en estos años, el independentismo institucional, un poco como los adictos a la adrenalina, provoca, muchas veces de forma artificiosa, situaciones que le permiten volver a sentirse eufórico, aunque sea por momentos fugaces. Convocar un referéndum unilateral de autodeterminación es poner fecha a la independencia de Cataluña, una pequeña dosis de éxtasis antes del gran éxtasis. En eso parece haberse convertido el independentismo en este momento, en una especie de Gassman orgánico adicto a la adrenalina.

¿Existe una explicación alternativa a la del nihilismo para el comportamiento del Govern? Algunos sostienen que con la convocatoria unilateral del referéndum espera que el PP reaccione violentamente y se ponga en evidencia ante la comunidad internacional, haciendo surgir así una ola de solidaridad que obligará al PP a permitir un referéndum de autodeterminación. Sin embargo, la estrategia del “cuanto peor, mejor” tiene un recorrido político tan corto que resulta imposible deshacerse de la sospecha de que, en el fondo, está únicamente destinada a enmascarar esa actitud nihilista de la que vengo hablando.

Pero el comportamiento del independentismo también es nihilista porque, como Gassman, está en una carrera alocada contra nadie. El final de Cataluña como comunidad política, social, cultural y lingüística parece lejano. La catalanofobia es un hecho, pero por ahora no amenaza la existencia misma de Cataluña.

Por supuesto, el independentismo no es el único culpable en este asunto. También hay algo de nihilista en el comportamiento del Gobierno del PP. Porque si el independentismo es el que pone la conducción temeraria, el PP es el que pone el acantilado. Ante la eventual imposibilidad de convertir a los independentistas, el ejecutivo del PP prefiere no eliminar la posibilidad de que suceda algún desastre. Yo, no siendo independentista, creo que el PP no puede ignorar todas las demandas que han hecho crecer al independentismo. Sí, ya sé, algunas de ellas son inaceptables, pero otras no son irrazonables y atenderlas contribuiría a evitar el fondo del acantilado.

Y decir que en este lío hay dos culpables no es caer en la falacia del término medio, porque la falacia del término medio consiste en afirmar que la verdad se encuentra en algún punto entre los dos extremos; y el independentismo institucional y el PP se encuentran en realidad en el mismo extremo. La única diferencia es que hablan, literal y figuradamente, lenguas distintas.

Pero hay algo más en Il sorpasso. El nihilista Gassman no viaja solo en el coche en esa escena culminante. Lo acompaña el ingenuo personaje interpretado por Jean Louis Trintignant. Y no sólo eso: en el último instante, cuando el Lancia Aurelia acomete el sorpasso definitivo, Gassman salta del coche y se salva, mientras que Trintignant perece a orillas del Mediterráneo. No sería la primera vez en la historia que las élites, ebrias de adrenalina y después de juguetear con el éxtasis, saltan del coche en marcha y dejan que los tripulantes del coche —es decir, los ciudadanos— sean los únicos que catan de primera mano la nada verdadera.

Pau Luque pertenece al Instituto de Investigaciones Filosóficas de la Universidad Nacional Autónoma de México

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