Surfeando en la nostalgia

Las gradas del Palacio real de Pedralbes se llenaron para recibir a los Beach Boys o, para ser más exactos, a lo queda de ellos tras 56 años de vida ininterrumpida. Con dos de los hermanos Wilson ya fallecidos y Al Jardine y Brian Wilson celebrando por su cuenta el medio siglo de Pet Sounds, la formación que visitó Barcelona llevaba al frente a dos históricos, Mike Love y Bruce Johnston, acompañados por seis músicos de alta solvencia.

La excusa era la celebración de los cincuenta años de la publicación del disco Wild Honey y el resultado sobrepasó todas las expectativas convirtiéndose en una auténtica fiesta de ritmos burbujeantes que constantemente surfearon en la gran ola de la nostalgia sin dejarse derribar por ella. Todo y que hubiera sido muy fácil ya que una enorme pantalla posterior acompañó todo el concierto con un magnífico desparrame de imágenes del glorioso pasado de la banda intercaladas con algunas hazañas surferas y muchas chicas en bikini. Incluso en el centro del escenario había una tabla de surf en inestable equilibrio. Y el repertorio, por supuesto, recorrió esos 56 años de vida sin dejarse nada en la cuneta: treinta y seis canciones con absolutamente todos los éxitos de la banda californiana.

Podría haber sido un simple canto a un pasado mejor o algo parecido pero, huyendo de lo más fácil, el grupo sonó con una apabullante contundencia, fresco y comunicativo. Casi de inmediato había gente bailando en los laterales. Las limitaciones vocales de Love y Johnson, 76 y 74 años respectivamente, fueron suplidas por los otros miembros de la banda en especial el batería John Cowsill, antiguo líder de The Cowsills, hasta conseguir que las históricas armonías vocales que los encumbraron a lo más alto sonaran con extrema credibilidad y se contagiaran de inmediato.

Desde el inicial Surfin’ Safari, que abrió su carrera y también el concierto del martes, hasta incunables del calibre de Surfin’ USA, Good Vibrations, Barbara Ann, Help me Rhonda, Kokomo, Shout Down, God only knows, Wouldn’t it be nice, Sloop John B., Wild Honey y, por supuesto, el Fun, fun, fun que cerró el espectáculo. Recuperaron algún tema ajeno (California Dreaming o Cottonfields) y rindieron tributo a Chuck Berry y George Harrison. Pusieron al público en pie en diversas ocasiones y hasta consiguieron que coreara algún tema.

Todo lo que puede y debe esperarse en una agradable noche veraniega de una banda con tantos años de carretera. Al ir abandonando los acicalados jardines los murmullos tenían un volumen más alto del habitual, se notaba cierta euforia entre los asistentes.