Dos concejales que pueden romper el equilibrio
La salida de Sánchez Mato y de Mayer obligaría a la alcaldesa a redefinir todo su gobierno
La destitución de Celia Mayer al frente del Área de Cultura el pasado mes de marzo sacudió al ejecutivo municipal, formado por Podemos, Izquierda Unida, Equo y Ganemos, y liderado por Manuela Carmena, pero no lo rompió. La regidora supo recomponer las piezas de su gobierno entregando a Mayer una cartera ad hoc (la de políticas de género) y asumiendo ella misma el Área de Cultura. Los rumores de crisis se fueron disipando, hasta que este martes, tras conocerse que Carlos Sánchez Mato y la misma Mayer habían sido imputados por malversación y prevaricación en el caso del Open de Tenis, han vuelto a golpear el ejecutivo local.
Tras el cese de Mayer, muchas miradas se dirigieron hacia Carlos Sánchez Mato, concejal procedente de Izquierda Unida y uno de los miembros del llamado grupo crítico con Carmena —al cual también pertenece Mayer—. Mato participó en 2016 en protestas okupas contra el gobierno de Ahora Madrid; votó en contra de su grupo negándose a pedir la liberación de los presos políticos venezolanos, y el año pasado lideró un pulso con el Ministerio de Hacienda sobre el techo de gasto municipal, que podía haberle costado una inhabilitación.
La alcaldesa de Madrid hizo la vista gorda muchas veces, hasta que tuvo que intervenir personalmente para apaciguar las relaciones con el ministro Cristóbal Montoro. Aseguró que el Ayuntamiento acataría siempre la ley, aunque manifestara dudas en su interpretación. A partir de septiembre de 2016, no obstante, su confianza hacia Mato y Mayer se empezó a tambalear.
Cuando Mayer tomó una baja por maternidad, Carmena se hizo con su cartera y pilotó con éxito las celebraciones navideñas. Mientras, Mato y Mayer pidieron a espaldas de la regidora los informes que utilizaron para denunciar al Open de Tenis. Tras saberlo, Carmena destituyó del consejo de administración de Madrid Destino a ambos concejales.
En el caso de que la regidora, actualmente de viaje en Canadá para participar en un foro de grandes urbes, decidiera destituir a los dos ediles imputados, la cuestión de su sucesión no sería baladí. Mayer se fue de Ganemos —partido en el que militaba y muy crítico con la regidora— y entró a formar parte de Madrid129, una formación bisagra que se ubica entre Podemos y Ganemos, necesaria para garantizar los equilibrios internos del gobierno municipal. Izquierda Unida (IU), al que pertenece Sánchez Mato, también rechazaría perder parcelas de poder.
La concejalía de Economía, controlada por Mato, es un departamento estratégico para este partido, muy debilitado en los últimos años. IU es consciente de que la retención de crédito de 238 millones determinada por el incumplimiento de la Ley de Estabilidad en 2016 supondrá problemas en la gestión de los proyectos para la ciudad. No obstante, su estrategia, según afirman sus representantes en las reuniones de partido, pasa por defender esa cartera, que asegura visibilidad y la posibilidad de realizar los cambios considerados necesarios para la ciudad.
Escaparate del partido
Podemos, el partido que lidera la coalición, goza por su parte de pocas concejalías (cuenta con cuatro ediles), pero ha decidido erigirse en máximo defensor de Carmena. El partido liderado por Pablo Iglesias sabe que Madrid es su plaza principal: un escaparate para demostrar su capacidad de gestión. En el Congreso de los Diputados, durante la moción de censura al presidente del Gobierno, el propio Iglesias subrayó esta circunstancia varias veces.
El cese de Mato y Mayer obligaría a buscar un nuevo encaje en Ahora Madrid, que forzaría a Carmena a malabarismos de resultado dudoso. Las geometrías variables a las que se ha entregado este gobierno en minoría, formado por grupos tan heterogéneos, obligan a razonar en términos de fuerzas relativas en todo momento. Nadie puede perder parcelas de poder. Por lo que la destitución de dos ediles provocaría un efecto dominó de difícil solución. No obstante, la cuestión moral que rodea la imputación de Mato y Mayer impone una reflexión y la búsqueda de un nuevo relato, que podría acabar con dinamitar ese equilibrio interno.
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