Desencuentro judío con el Ayuntamiento de Barcelona
El gobierno de Colau asegura que no hay problema alguno pese al aumento de las críticas que ha recibido desde la comunidad israelita de la ciudad
El Ayuntamiento de Barcelona asegura que no tiene ningún problema institucional con las asociaciones judías de la ciudad. El gobierno municipal enumera, en una nota remitida a EL PAÍS, nueve proyectos religiosos y culturales judíos que subvenciona. El documento explica que la alcaldesa, Ada Colau y el teniente de alcalde Gerardo Pisarello “han recibido a las comunidades judías de Barcelona en diferentes ocasiones”. Añaden que han organizado actos del Día Internacional del Holocausto y de la Noche de los Cristales Rotos. Pese a ello, desde el mundo judío local se alzan voces que alertan de una falta de sensibilidad.
El consulado honorario de Israel en Barcelona fue inaugurado el pasado jueves en una ceremonia en la que no faltaron el presidente de la Generalitat, el delegado del gobierno en Cataluña, el consejero de Interior y las concejales Carina Mejías (C's), Francina Vila (PDeCAT) y Montserrat Ballarín (PSC). El ejecutivo municipal estuvo representado por el director de relaciones internacionales. El Ayuntamiento informó que Pisarello no pudo asistir por motivos de agenda. Los desencuentros entre los Comunes y la diplomacia israelí no son nuevos. En 2015, dos meses antes de ganar las elecciones, Barcelona En Comú dio apoyo a una campaña de protesta contra la visita del equipo de baloncesto Maccabi de Tel Aviv, convocada por plataformas de boicot a la economía de Israel. Frente al posicionamiento monolítico de los Comunes y de la CUP a favor de las demandas palestinas hay el apoyo a la acción de Israel por parte de sectores del PDeCAT, desde Pilar Rahola a Toni Florido, responsable de política de Defensa del partido y presidente de la Asociación Catalana de Amigos de Israel.
El conflicto tuvo su momento álgido el pasado abril, cuando el Ayuntamiento aprobó una moción de condena contra la ocupación de territorios palestinos por parte de colonos israelís, acciones que vulneran los acuerdos de paz internacionales y las recomendaciones de la ONU y de la UE. La declaración fue protestada por la mayoría de la comunidad judía porque consideran que legitima un boicot a empresas israelís. El texto de la declaración dice: “Evitar que el Ayuntamiento de Barcelona tenga cualquier tipo de complicidad con esta ocupación violación de derechos humanos y espolio de recursos. Explorar vías para poder aplicar el principio de extraterritorialedad a través de mecanismos de contratación y compra pública que introduzcan criterios de responsabilidad internacional y respeto con los Derechos Humanos”. El Ayuntamiento replica que “en ningún momento se habla de boicot”.
El gobierno de Colau también se ha defendido ante las quejas suscitadas por la presencia el pasado mayo de la activista palestina Leila Khaled en el certamen de literatura Fira Literal. Khaled había tomado parte en los 60 y 70 en planes de secuestro de aviones. El gobierno de Barcelona insiste que no participó en el festival pero ha sido criticado por subvencionarlo con 10.000 euros. El Instituto Internacional de Cooperación con Israel envió una carta a Pisarello en la que advertía que “se está propiciando que Barcelona proyecte una imagen de frivolidad y parece ignorar los muertos por atentados terroristas”. Víctor Sörenssen, director de la Comunidad Israelita de Barcelona, admite que “estamos sumamente preocupados por la tendencia de los movimientos –particularmente los movimientos de boicot– que hacen imposible el diálogo y a los que se les está dando legitimidad institucional. Como comunidad judía, este hecho nos sitúa en una posición muy incómoda y de preocupante fragilidad”.
Andreu Lascorz, presidente de la Asociación de Relaciones Culturales Cataluña-Israel, descarta que la problemática sea más fuerte en Barcelona que en otras ciudades de España, y apunta a otras declaraciones a favor del boicot que se han aprobado en varios municipios del país. “En 60, las izquierdas del Estado eran muy proIsrael”, recuerda Lascorz: “Se formaban en los kibutz y estudiaban el socialismo democrático. Con el distanciamiento de Israel y la URSS, esta afinidad fue modificándose. Probablemente ni antes éramos tan fabulosos ni ahora somos la encarnación del mal. Dar apoyo a la causa palestina es legítimo, pero se ha pasado a criminalizar a Israel”.
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