“Pipas no eran”
Así confesaron los acusados de introducir 3,6 toneladas de cocaína en la ría de Vigo
El juicio por narcotráfico contra los trece acusados del desembarco de 3,6 toneladas de cocaína (valoradas en 129 millones de euros) se acerca a su fin con un guión marcado por la incendiaria confesión del jefe de la organización e histórico piloto de planeadoras, Rafael Bugallo, alias O Mulo, que acabó en un rifirrafe de acusaciones entre este y varios de los que fueron sus hombres de confianza en su intento por defenderse.
Las revelaciones que hizo O Mulo ante el tribunal por las que verá reducida la condena 17 años de prisión que le pide el fiscal, ante otra eventual de otros 24 por un alijo posterior, empujaron a otros seis procesados a reconocer también los hechos. Bugallo, de 59 años, que afronta su primer juicio por narcotráfico en España, se ciñó a lo que había escrito de su puño y letra en un folio que encontró la policía en un registro que hizo en su casa de Cambados cuando fue detenido en enero de 2015 por otra operación de 1.200 kilos de cocaína. El acusado aclaró que esta nota iba dirigida al que señaló como dueño del cargamento, un conocido narcotraficante de Vilagarcía del que no hay pruebas de su implicación, para insistir en su papel de mero transportista.
Uno a uno, los narcotraficantes confesos admitieron el relato de los hechos que hizo la acusación aunque matizando que recibían órdenes del jefe, Rafael Bugallo. Uno de ellos, José Luis Devesa, de O Grove (que cumple condena de 12 años de cárcel por narcotráfico), se limitó a reconocer que era el patrón del barco que surtió de combustible a la embarcación a su regreso de altamar. “Pipas no eran”, respondió al fiscal cuando este le preguntó si sabía lo que transportaba la lanzadera.
El cambadés José Antonio Búa, de 39 años, uno de los que incriminó su jefe y que según el fiscal era su hombre de máxima confianza, ocupando un lugar intermedio entre Bugallo y el resto de la organización, era el encargado de preparar las planeadoras y reclutar las tripulaciones. Declaró que por aquel entonces mantenía una relación con la hija de O Mulo y que era él quien le ordenó que preparara una embarcación que utilizaba para la pesca furtiva. "Dijo que nos iban a pagar muy bien", apuntó al tribunal, pero restó importancia a su participación en el grupo, "porque ayudaba en lo que me pedían, como comprar material en la ferretería, gasolina o aceite”, indicó.
Luis Miguel Fajardo, de 39 años, de Vilanova de Arousa, es otro a los que implicó Rafael Bugallo en su confesión. Mecánico de profesión, tuvo también un papel fundamental en la preparación y pertrecho de las embarcaciones, llegando incluso a mantener reuniones con los colombianos propietarios de la droga para cerrar acuerdos con ellos por cuenta de su jefe, según el fiscal. Además, era arrendatario de la nave de Meis donde la organización preparaba las lanchas rápidas que luego utilizaba en los alijos de droga.
Fajardo reconoció haber formado parte de la tripulación de la planeadora que fue a recoger la droga. Y cuando fueron descubiertos por un avión de Aduanas “ordené tirar los fardos por la borda y quemar la lancha al comprobar que en tierra no había nadie esperándoos para descargarlos”, confesó.
Por su parte, Fernando Prado Rey, de 46 años, fue otro de los que admitió las acusaciones que también hizo contra él su exjefe en la operación al que además denunció ante el tribunal de haberle amenazado por ello. Declaró que iba a ser el piloto de la lancha “pero finalmente no la piloté”, aseguró. Solo reconoció que mantuvo contactos con José Luis Devesa por el teléfono móvil para coordinar la aproximación del pequero Ratonero a la lanzadera para proveerla de gasolina.
De los 13 acusados que se sientan en el banquillo, cinco negaron su participación en la frustrada descarga en agosto de 2008. Es el caso de los colombianos Gustavo Adolfo Agudelo y Víctor Manuel Rodríguez, del peruano Fredi Willy Curmilluni, y de los arousanos Manuel Nogueira y Fernando Bugallo Varela.
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