Néctar del embeleso
Caetano Veloso cantó ayer en Madrid y consiguió llenar el Circo Price
Hace ya tiempo que con Caetano Veloso no se asiste a un concierto, sino a una ceremonia. Y que sus visitas trascienden la melomanía para erigirse en acontecimiento, en un colectivo y orgulloso yo-estuve-allí. La de anoche, en un Circo Price abarrotado y extático, no fue una excepción. Venía el divino baiano de algunas giras traviesas en las que coqueteaba con el rock y hasta la psicodelia, pero esta vez, por contraste, prefirió su expresión más austera y desnuda. Solo en el centro del escenario, sentado, con las piernas cruzadas y la guitarra en el regazo, nos mostró, por explicarlo de manera gráfica, un perfil más 'almodovariano' que 'millenial'. No importa: en posesión de la voz y las canciones, Veloso no necesita más para inyectarnos el néctar del embeleso.
Hubo un preámbulo de 35 generosos minutos a cargo de Teresa Cristina, cantante de serena rotundidad a la que Caetano ha puesto en órbita internacional con un repaso del repertorio de Cartola, el clásico del samba carioca. Su guitarrista era el portentoso Carlinhos Sete Cordas, pero todo pasó a un segundo plano en cuanto emergió el níveo caballero de la estampa fina. Por mucho que la extrema economía de medios no facilitara la tarea al oyente, ayer primó el hechizo sobre la aridez.
Hay algo de 'dylaniano', si se quiere, en este discreto pero orgulloso recorrido por medio siglo de canciones. Caetano se sabe patrimonial y, como septuagenario en forma espléndida, puede hacer lo que le dé la real gana y exprimir esa fascinante capacidad de seguir sorprendiendo. Repasando el Tropicalismo con piezas apenas recordadas, recreando 'Love for sale' en crudo 'a capella', desparramando su voz de caramelo líquido en un emotivo 'Sozinhno'. Él sugiere, la grada contiene la respiración. Muy pocos, mayores o jóvenes, poseen ese don del embrujo.
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