Un ‘dream team’ gótico
Un libro reúne las 150 mejores pinturas realizadas en los territorios de habla catalana entre los siglos XIII y XV
Ferrer Bassa, Jaume Huguet, Francesc, Pere y Jaume Serra, Lluís Borrassà, Bernat Martorell, Lluís Dalmau, pero también Gonçal Peris, Bernat Despuig y Jaume Ferrer, formarían parte de un hipotético equipo de grandes figuras de la pintura gótica realizada en las zonas de habla catalana de Cataluña, Mallorca, Valencia y Aragón, tras crear algunas de las obras de arte más destacadas que han legado los siglos XIII al XV. Algo excepcional, si tenemos en cuenta que la gran mayoría de estos trabajos son anónimos y pocas veces la documentación arroja luz sobre quién lo pintó, quién lo encargó y cuál fue su primer destino. Rosa Alcoy, catedrática de Historia del Arte Medieval de la Universidad de Barcelona, lleva años investigando este periodo y conoce bien estas obras, las sagas familiares, las escuelas y sus principales temas.
Alcoy es la autora de Pintura catalana. El gòtic, un enorme y bello libro de bibliófilo editado por Enciclopedia Catalana (600 euros) en el que recopila las 150 mejores obras de este periodo, la mayoría pintura sobre tabla, pero también pintura mural y miniaturas en libro como el Salterio anglocatalán de París, un libro comenzado en el siglo XII por pintores y escribanos ingleses que, mucho tiempo después, en la segunda mitad del siglo XIV, acabó Ferrer Bassa, uno de los artistas más reputados en tierras de habla catalana, dibujando pequeñas obras sobre el pergamino. Al lado de estos titulares indiscutibles, la autora ha recogido un buen ramillete de suplentes que podrían jugar con el primer equipo, como Pere Valldebriga, Guerau Gener, Joan Mates o Bernat Ortoneda, al que Alcoy atribuyó en 2010 la autoría de una obra tan popular como San Jorge y la princesa, del MNAC, que todo el mundo atribuía a Jaume Huguet hasta entonces.
“Románico y gótico son dos etiquetas de los historiadores del arte, un sistema de clasificación, pero la realidad es más compleja, hay mil gradaciones”, explica Alcoy ante la tendencia de poner un límite entre los dos periodos. “Hablar de gótico es hablar de un periodo de tres siglos”, que en Cataluña se caracteriza, sobre todo, por “la importancia y la eclosión del retablo que se convierte en un elemento indispensable y que va suplantando la pintura mural”.
Siempre se ha dicho que la Edad Media es un periodo oscuro e inmovilista. Pero las obras de arte hablan de lo contrario.
Siempre se ha dicho que la Edad Media es un periodo oscuro e inmovilista. Pero las obras de arte hablan de lo contrario. “Las ideas plásticas y artísticas circulaban”. Por eso, los expertos detectan influencias externas. “Los artistas realizaban viajes para ponerse al día y adquirir conocimiento. Iban a Flandes para ver como pintaba Van Eyck o a Italia para ver a Giotto”. Tampoco eran artesanos poco reconocidos. “Esa es otra etiqueta que no comparto. El Renacimiento nace del Gótico y sin él no habría existido. Los grandes artistas medievales eran respetados y tenían prestigio. La idea del artista polifacético ya existe en el gótico”, como Ferrer y Arnau Bassa, padre e hijo. “Que son unos todoterreno. Lo mismo ilustran libros, pintan sobre tabla o pintura mural”. Pero todo cambió con la Peste Negra. “Condicionó el arte. Murieron muchos artistas, como Arnau Bassa y llevó a un recambio y un replanteamiento de la iconografía, más conservadora. Se pierde gas”.
Uno de los problemas más grandes del periodo son las atribuciones. “Los expertos identificamos un estilo, detectamos una forma propia de pintar y ponemos un nombre, como en el caso del Maestro catalán de Baltimore”. Otra cosa es saber quién es ese señor. “Es muy difícil, porque la mayoría de veces las obras no están en su lugar de origen y están muy fragmentadas”. Como en otras épocas, en el gótico destaca la ausencia de mujeres. “Si había, pero son difíciles de detectarlas. Ya me gustaría que el Maestro de Baltimore fuera una señora”, explica.
Pese al número de obras que recoge el libro, se han tenido que eliminar muchas. “No ha sido fácil, hay muchas obras de gran nivel, ya que la producción catalana está a la altura de las grandes producciones europeas”. Pero matiza: “No son la vanguardia en sentido puro, porque Bernat Martorell no es Van Eyck, Ferrer Bassa no es Giotto, ni Huguet es Jean Fouquet; porque ellos son únicos”.
Pese a que son muchas las obras góticas desaparecidas, Alcoy no se lanza a decir en qué tanto por ciento. Y pone un ejemplo de su amado Ferrer Bassa. “Tengo datos de los retablos que realizó para todas las capillas reales, de los cuales solo se han conservado dos fragmentos”.
El libro se cierra con una obra maestra de primera, la Pietat Desplà, pintada por el cordobés Bartolomé Bermejo. ¿Qué tiene de catalán Bermejo? “Fue un artista itinerante, como los italianos que pasaron por aquí, que tras trabajar en Valencia y Aragón llegó, en su etapa final, a Barcelona donde corona su carrera. No me lo podía dejar”. El detallismo de la pintura de Bermejo permite compararlo con El Bosco. “No sé si se conocían, pero los dos participan de la misma tradición flamenca y beben de las mismas fuentes”.
De hecho, la Pietat Desplà es el mejor ejemplo de pintura flamenca realizada fuera de Flandes. O como se explicó durante la reciente presentación de la restauración del cuadro: “Bermejo es el Messi de la pintura gótica española”. Por lo tanto podría alinearse con el dream team catalán.
Para el futuro, Alcoy trabaja en una monografía sobre los Bassa y en publicar las pinturas góticas que conocemos por fotografía pero que se han perdido. “Me hubiera gustado que fuera un capítulo de este libro, pero no ha podido ser”, remacha.
La silla prioral de Sijena
En el libro destaca la presencia de pinturas de Aragón. "Son obras realizadas por artistas que trabajan en Cataluña, porque en este periodo no hay fronteras". Como la bella silla prioral de Blanca de Aragón del monasterio de Sijena que conserva el Museo de Lleida.
“La he incluido porque defiendo que está realizada por un pintor que sitúo en Pedralbes trabajando para los hijos de Jaime II. No ponerla no tenía sentido”, asegura, consciente de la polémica “envenenada” que envuelve a Sijena. La investigadora dice entender la reclamación, pero para ella las pinturas “están bien donde están”.
La pena es que están quemadas, porque estaríamos ante “la Capilla Sixtina del 1200”. Lo que pide son más estudios, ya que hasta ahora los esfuerzos han ido encaminados a la divulgación del conflicto.
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