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Para la militancia

El quinteto granadino vive una buena noche en el Price, pero solo convence a los ya convictos

El grupo Los Planetas durante un concierto en Madrid.
El grupo Los Planetas durante un concierto en Madrid.EFE/Juanjo Martín

Escindida la humanidad entre quienes aborrecen a Los Planetas y aquellos dispuestos a jalearles la menor fruslería a J., Florent y asociados, el concierto de anoche en el Circo Price adquiría rango de plebiscito, con su llenazo anticipadísimo y el estreno de ese 'Zona temporalmente autónoma' que rompe un silencio de siete años. El disco sonó en proporción importante dentro de un repertorio extenuante, casi 30 canciones, y hay que acreditar un alto grado de militancia para encariñarse en directo de su tono mustio y anodino, por muchos parches ideológicos que le hayan colgado sus firmantes.

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Fiel a la tradición, J. empezó cantando de manera torpe, amuermada y casi inaudible, no sabemos si decir que por fortuna. Y sí, podemos atribuirlo a su estilo o idiosincrasia, igual que podemos alabar el traje nuevo del emperador en función del 'prêt-à-porter' imperante. El tono general de la primera hora fue monocorde hasta el hastío, de una reiteración tozuda en tonalidades, ambientes y soniquetes. Hubo que esperar a los primeros clasicos, de 'Corrientes circulares en el tiempo' a 'Rey sombra', para que la militancia se activara. A partir de ahí, sin duda, el tono fue ascendente. Pero es difícil resistirse a la sensación de que ciertas adhesiones planetarias son, claro, desorbitadas.

Dispone el quinteto de repertorio y feligresía sobrados para seguir la andadura, pero el interés, a día de hoy, es solo relativo. Y eso que en su reactivación los granadinos parecen más dispuestos que en otras épocas a sudar la camiseta. La abundancia de material, ese indiscutible despliegue de minutaje (dos horas y cuarto sin apenas interrupciones) avala un cierto afán de rearme en una nueva etapa que llega tras años dispersos y anodinos. Otra cosa es que Los Planetas dispongan de argumentos para convencer a los no convictos. Las aportaciones son, a este respecto, bien escasas.

Hay lo que hay, 'noise-rock' con deje flamenco en proporciones variables, las guitarras invasivas de Florent, esa batería que en ocasiones confunde intensidad con martilleo seco. Y hemos de seguir lidiando con J., claro, genio y figura a su manera: mimado e históricamente consentido respecto a sus limitaciones, picajoso incluso en noches buenas como la de este jueves, capaz de reclamar a un tiempo para sus monitores "un sonido un poquito más claro, con unos poquitos graves". Soleá Morente ('Una cruz a cuestas') y La Bien Querida ('No sé cómo te atreves', 'Espíritu olímpico') elevaron el fervor, pero el quinteto reservó su gran envalentonamiento para el final, con 'Un buen día', 'Amanecer' y 'De viaje' como arreón final. Y en esas seguimos, con la rotación a vueltas.

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