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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Cosmética política

Nuevos afeites para las jóvenes airadas de hoy, viejos afeites para transformar a un exbanquero en presidente de Francia

Mercè Ibarz
Emmanuel Macron,
Emmanuel Macron,ERIC FEFERBERG (AFP)

La cosmética entra en política, leo en un incisivo reportaje de la revista dominical de Le Monde. Me llaman la atención sus ilustraciones: un frasco de colonia con la leyenda My body My choice (mi cuerpo mi decisión) y una columna de cuatro jabones con una letra en cada uno que forman esta otra leyenda: No ban No wall (ninguna prohibición ningún muro). Son frases que se amparan en el arte político y feminista de Barbara Kruger y tantas otras artistas y agitadoras culturales. Los dos ejemplos forman parte de la movida anti Trump, que tiene en los movimientos de las mujeres airadas de hoy uno de sus principales grupos de acción. Mientras leo y me divierto con las agudezas de la cosmética alternativa, pienso en cosméticas políticas más cercanas.

Pongamos este hombre que bien puede ser el nuevo presidente de Francia, Emmanuel Macron, de 39 años. Si lo logra será el más joven de la República, esa república, la quinta, que está cambiando de raíz política y social de manera clamorosa: caen los socialistas en picado y los centristas se dan un tortazo, hasta el punto de que estas dos fuerzas no estarán en la segunda vuelta por primera vez en mucho tiempo. Al igual que otro presidente elegido este año, Trump otra vez, el joven Macron era hace dos años un desconocido. Exbanquero de la banca Rothschild, en esos dos años cortos ha sido titular de economía con Hollande sin que nadie supiera exactamente cuáles eran sus méritos en un país en que los ministros, hasta ahora, llegaban al gobierno tras muchisímo escalafón institucional. Él, no. Directo.

A golpe de cosmética de partido Macron puede presidir Francia. Es una cosmética en absoluto alternativa, como lo es, con los matices que convengan, la nueva cosmética dirigida a las modernas de hoy y a los muchos rostros que incluyen las siglas LGTB. Para presidir Francia, ante el terremoto Le Pen y el desguace socialista, se necesita cosmética de antiguo régimen: maquillaje de fondo, muy a fondo, a lo sociedad abierta: Alianza Atlántica y cierra Francia, Unión Europea a tope, pacto fiscal europeo a mansalva. Macron ha tenido la ayuda en el camerino del principal defensor de las políticas de austeridad de la zona euro, el superconservador Wolfgang Schäuble, ministro federal de finanzas alemán. La cosmética ha convertido un banquero en un presidenciable y, si lo logra, lo convertirá en el presidente de Francia, esa república que ve cómo se instala en ella de manera duradera Marine Le Pen la ultraderechona.

Es una cosmética sin publicistas ni creativos, no los necesita. Dar el giro hacia la derecha y la extrema derecha sucede incluso aunque, o quizá por eso mismo, los creativos publicitarios y los intelectuales parisinos se nieguen sistemáticamente a ver qué ocurre en el país. Una angustia social no tan lejos de la de Estados Unidos, una revuelta contra las élites del stablishment institucional y sus negocios, su egolatría, su cosmética de la indiferencia.

Los negocios generados por las nuevas sensibilidades suelen ser tildados de argucias del mercado, pero al lado de cómo se revigorizan actitudes políticas más viejas que el ir a pie son de una decencia exquisita. Muchas marcas, si no todas, están apuntadas desde hace días a lo ecológico. Con lo político no se atreven, pero los nuevos públicos sí que lo piden. Por eso surgen. Glossier apoyó a la Clinton y luego estuvo en la marcha de Washington con su logo y una pancarta que proclamaba “Estamos todas juntas en esto”. Otra marca se llama Beatiful Rights, y me dejo otras muchas.

Hasta la Pepsi habla de protestas en la calle, a las que se une la modelo. Su nuevo anuncio presentaba otra mujer, la chica que no quiere según qué y encuentra goce en protestar (dicho en elipsis, claro). El anuncio ha sido tan criticado por activistas en la red que Pepsi lo ha retirado. Qué ignorancia, qué pena, tanto tontaina literal suelto que confunde una pipa con su cuadro. Esto no es una pipa, caramba. Aunque, la verdad, yo creo que Pepsi lo ha retirado por otras razones, que son las políticamente correctas de verdad: porque lo políticamente correcto hoy no es no ofender a nadie, se diga lo que se diga, sino poner a caldo a quien ofrece alternativas sin pedir permiso.

Sobre todo si esto último se hace sin miedo al ridículo, forzando la ley de lo correcto dictaminada por viejos modernos hoy en el poder y otros vivales que esperan estarlo. Pregunten si no a Ada Colau.

Mercè Ibarz es escritora y profesora de la UPF.

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