1.500 cerebros sanos se destapan para prevenir el alzhéimer
La Fundación Pasqual Maragall reúne a los voluntarios del programa de detección precoz de la dolencia
Cerca de 1.500 cerebros sanos se reunieron ayer, por tercer año consecutivo, para pedir cuentas a la Fundación Pasqual Maragall de lo que está averiguando tras estudiar su evolución minuciosamente. Ellos son parte de los 2.743 voluntarios que participan desde 2014 en el estudio Alfa, un proyecto del centro de investigación que, auspiciado por la Obra Social La Caixa, pretende monitorizar la actividad cerebral de familiares de personas con alzhéimer para prevenir o detectar precozmente la enfermedad.
Todos han pasado ya por la primera consulta y alrededor de 2.000 se comenzarán a someter ahora a pruebas de neuroimagen. Los otros 700 están descartados por contraindicaciones médicas. “Las resonancias magnéticas nos permiten estudiar el cerebro, es nuestra ventana de un órgano que no es muy accesible”, explica el doctor Juan Domingo Gispert, jefe de neuroimagen de la fundación.
La hipótesis con la que trabajan es que el primer signo del alzhéimer es la acumulación de la proteína beta amiloide en el cerebro, un suceso que puede generarse 20 años antes de que la enfermedad empiece a manifestar sus síntomas. De ahí la importancia de adelantarse y empezar a estudiar los grupos de riesgo en fases todavía asintomáticas. “Queremos saber qué cambios están asociados a la acumulación de amiloide en fases preclínicas y si se puede eliminar estas placas de amiloide”, señala Gispert.
Conocer la historia natural de una enfermedad de la que apenas se sabe nada. Esa es la clave con la que arrancó la fundación este proyecto que, recuerda Gispert, “es indefinido en el tiempo”. “Conocemos poco la enfermedad y los mecanismos patológicos del alzhéimer”, reconoce.
El médico admite que falta un largo camino por recorrer y desarrollar herramientas imprescindibles para acortar distancias con la enfermedad. “Nos falta un biomarcador para identificar el riesgo del alzhéimer y disponer de un fármaco para atajarlo”, indica. El estudio longitudinal de estos 3.000 cerebros, no obstante, permitirá, dice Gispert, “mirar atrás y ver cómo se comporta cada uno”.
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