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Se espera al ejército en la Font de l’Oreneta

Viladrau vive con sereno mosqueo e ironía las maniobras militares en el municipio

Jacinto Antón
Dos de los soldados pasando por delante de los vehículos y la carpa mimetizada.
Dos de los soldados pasando por delante de los vehículos y la carpa mimetizada.Jacinto Antón

La presencia de una unidad militar en Viladrau ha animado y calentado la floreciente primavera en la localidad. Ochenta soldados del Ejército de Tierra realizan maniobras hasta el miércoles por el territorio del municipio en uniforme de combate, completamente pertrechados y dotados de vehículos. Esta tarde, este enviado especial –que además es veraneante- ha localizado al contingente, tras un rastreo digno del último mohicano, acampado en un paraje silvestre al pie de Les Agudes. La unidad, mandada por un capitán, no lleva blindados, como habían señalado algunas fuentes municipales, y su parque móvil consiste en realidad en dos camiones, tres todoterrenos y un remolque cisterna. Los militares, que han desplegado una gran carpa mimetizada bajo las hayas y si no te fijas mucho es que ni los ves, no entienden la alarma suscitada y están a lo suyo. De hecho, me han permitido acceder al campamento sin identificarme siquiera, aunque el centinela ha musitado un sentido “qué tío más raro”.

“Nos encontramos muy a gusto aquí porque éramos una unidad de montaña, del cuartel del Bruc, y el paisaje es precioso”, señala el capitán, que va equipado como para un despliegue en Afganistán y sostiene bajo el brazo su fusil de asalto estándar de la OTAN HK G36. Recalca que no está autorizado a hacer declaraciones, pero le desarma un punto mi entusiasmo por haberles encontrado y que diga que en otra vida hice la mili en el cuartel general de División Acorazada Brunete. Los soldados no tienen planeado visitar el pueblo de Viladrau. Es una pena porque se quedarán sin probar la estupenda butifarra local y los pa de pessic de la Font.

Precisamente ayer en la famosa pastelería había una gran incertidumbre sobre los movimientos militares. “Por aquí no han pasado”, señalaba Ramona, mientras envolvía pormenorizadamente un hojaldre. ”Quizá vayan a la Font de l’Oreneta”, aporta una clienta de toda la vida. En la plaza a mediodía reinaba un ambiente muy relajado. Más que Sainte-Mère-Église la víspera del Día D parecía Clochemerle. Emil, la Vane, Ignasi y Josep tomaban el sol tan ricamente mientras apuraban café y cigarrillos. “Si los vemos te aviso”, indicó el primero. Ignasi apuntó que había oído que estaban por Sant Marçal.

Torre de la iglesia y plaza de Viladrau, Osona.
Torre de la iglesia y plaza de Viladrau, Osona.

A la vista de la falta de tensión informativa fui a casa a equiparme. Prismáticos, cantimplora, linterna. Incluso cogí una red de camuflaje que tengo para observar pájaros, un puñado de pastillas potabilizadoras y raciones K que guardo de un reportaje sobre alimentos de supervivencia y la lanza zulú. Nunca se sabe. Aproveché para regar el jardín y echar unas pastillas de cloro en la piscina con tan mala fortuna que me envolvió una nube de gas como si estuviera en el Somme. En fin, así íbamos haciendo ambiente. Recorrí la montaña con los binoculares esperando ver una patrulla en Matagalls. En Sant Segimon todo estaba tranquilo, pero a la que te descuidas te lo convierten en Montecasino.

Volví de nuevo al coche y partí en misión de reconocimiento. Unos operarios de Portet estaban arreglando el tendido eléctrico. ¿Habéis visto movimiento de tropas? “¿Qué?” Soldados. “¡La mare que els va parir!”. Me detuve en el Ayuntamiento, esperando verlo ya convertido en cuartel general. Pero no. Me recibió la alcaldesa, Margarida Feliu, a la que no veía desde la boda del chico Picañol y que ha devenido especial protagonista de la historia tras promulgar un simpatiquísimo bando en el que da cuenta de la situación a los vecinos de Viladrau. El bando, que no tiene desperdicio, tras informar de la presencia de los militares, pide a los habitantes de la localidad “1) que no os extrañéis si encontráis a alguna persona desconocida vestida de militar, 2) que seamos respetuosos, como siempre lo somos con todos los visitantes, 3) que si os pide ayuda porque está perdida y/o necesita asistencia médica los dirijáis al 112”.

La alcaldesa, que poco después celebraba el pleno en el que se aprobó una moción de adhesión de Viladrau a los pueblos desmilitarizados de Cataluña, me enseña una de las bolsas de la Fira de la Castanya que tienen previsto entregar a los militares, si se da el caso, y que incluyen un plano de Viladrau (de una edición atrasada) y una hoja informativa para adherirse a título individual al Pacte Nacional del Referéndum. La bolsa no incluye castañas –“no es época”-, ni pa de pessic –“somos austeros”-. Feliu me dice que la idea es tratar al operativo verde oliva “como si fuera un grupo cualquiera de los que nos visitan en autocar”. Pese a todo el buen rollo, no puede evitar estar mosca. “Se nos comunicó la venida de los militares el mismo viernes de manera expeditiva, con poco tiempo y no se nos ha explicado las zonas por las que se moverán. No sabemos ni dónde dormirán. No han sido muy atentos. Tampoco hemos tenido ninguna visita de cortesía”. Uno piensa que la presencia del capitán con su HK G36 igual hubiera provocado alarma, tal como está el patio en Osona.

Los trataremos como si fuera un grupo de los que nos visitan en autocar”, dice la alcaldesa Margarida Feliu

La alcaldesa me explica que había gente en Viladrau muy cabreada y en plan “no pasarán”. Algunos propietarios de Viladrau han acudido al Ayuntamiento para reclamar que el ejército no atraviese sus fincas. Sopeso hacer lo mismo pero carezco de sacos terreros y caballos de frisa y mi terreno se ocupa en menos de lo que tardó la Wehrmacht en sobrepasar Luxemburgo. El Ministerio de Defensa ha recordado que el ejército está para defender a todos los españoles. “¿Defendernos de qué?”, señala con sorna la alcaldesa.

Salgo del Ayuntamiento rumbo al Buc d’Oriol con el espíritu de un resistente francés tratando de localizar las divisiones blindadas de Blumetritt en Normandía. En todo el trayecto solo encuentro una oveja que acaba de dar a luz y resulta una pésima informante. Y entonces aparece el ciclista. ¡Soldados! ¿Los ha visto? El hombre casi se cae. Jadea. Y estira un brazo tembloroso señalando.  Arranco como una exhalación. Los bosques de abren como si fueran las Ardenas y al final allí están los militares. Misión cumplida.

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Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

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