Tete Montoliu abre su casa
La sede de la ONCE en Barcelona inaugura 'El racó de'n Tete', una exposición permanente con objetos y recuerdos del pianista de jazz
Este martes Tete Montoliu habría cumplido 84 años. En agosto hará 20 que murió y hace una semana se cumplieron 20 años, también, de su último concierto, en el Palau de la Música Catalana. En tan significativa fecha, la ONCE le ha dedicado en su sede de Barcelona El racó d'enTete, un espacio donde se exponen más de un centenar de discos, el piano de su casa, el esmoquin que lució en su último concierto, gafas, escritos, cartas, el carné de afiliado a la ONCE, placas... del compositor de jazz, ciego de nacimiento. "Lo he hecho para no disgregar las cuatro cosas que había por casa", dice, emocionada y orgullosa, su viuda, Montserrat García-Albea. "Pero también para que sirva de ejemplo a las nuevas generaciones, que ni siquiera han oído hablar de él". La que fue su segunda esposa, junto con la hija del pianista, Núria, y el nieto Jordi han aportado todo el material, que permanecerá expuesto al público permanentemente un día al mes.
El acto, al que han asistido, además del consejero de Cultura, Santi Vila, numerosos compañeros y admiradores de Montoliu cómo Joan Manuel Serrat, Núria Feliu, el concertista Luis Cobos o la cantaora Mayte Martín, se ha cerrado en el auditorio de la ONCE con un concierto de los compañeros de Montoliu Ignasi Terraza (al piano), Horacio Fumero (al contrabajo) y Aldo Caviglia (a la batería). La cantante Sílvia Pérez Cruz, que ha puesto la voz, concluyó un recital emotivo y tierno con la mítica Paraules d'amor. Jordi, nieto de Montoliu, destacando el sentido del humor del músico, ha asegurado que si su abuelo hubiera vivido le habría encantado: "Habría dicho que la exposición es muy bonita y que tendrá que volver para verla bien".
La primera vez que Montse vio a Tete Montoliu fue cuando ella tenía 16 años y lo escuchó tocar con Dexter Gordon al Whisky Jazz, un bar dedicado al género, en Madrid. Pero cuando quedó enamorada fue el 1973, cuando tuvo que llevarlo a cenar antes de un concierto de Montoliu en el bar de un amigo. "Estaba todo lleno y todavía no había cenado y lo tuve que llevar yo", recuerda Montse, tomando una caña poco antes de la presentación. Y recuerda también aquellas primeras citas cuando ella, azafata de avión, pasaba por Barcelona: "Íbamos al Zeleste, a la Cova, a Terrassa a escuchar jazz... Después llegaba al hotel a las seis de la mañana, ¡con toda la tripulación preparada para salir hacia el aeropuerto! Son cosas que se hacen cuando se tienen veintitrés años..."
Entre los objetos expuestos, la viuda se para ante una carta que le escribió Serrat. "Eran como hermanos", dice, "y Tete recordaba siempre la gira que hicieron juntos cuando pasó todo aquello de Eurovisión". El mismo cantautor del Poble Sec la recuerda, poco después, durante la inauguración del espacio: "La imagen que más presente tengo de él", nos comenta, sin tenérselo que pensar demasiado, "es en el primer concierto de aquella gira, en Oviedo, el 1969. El público estaba dividido: la mitad nos gritaba '¡cabrones!' y la otra mitad, '¡hijos de puta!' Él se volvía hacia mí y, sin dejar de tocar el piano, me decía: '¡Joan, Joan! No te vayas, no me dejes solo, eh?'"
El otro recuerdo que destaca Serrat, en la misma gira, plasma la afición al fútbol (al Barça) del jazzista: "En pleno concierto cantó un gol del Barça en Bilbao!", explica Serrat, divertido. "El tio estaba tocando y escuchaba por un pinganillo los partidos de la jornada". Su viuda también da fe de estas aficiones del Tete, cuando se para ante la insignia de oro y brillantes que le concedió el Barça: "Estuvimos a la tribuna del Bernabéu, en 1997, poco antes de morir, y ganó el Barça. La gente del estaba indignada y él, haciendo ver bien su insignia, que se viera que era culé... ¡No te explico como nos miraban todos! Y al final del partido entramos en un bar para llamar por teléfono a un taxi y... ¡estaban todos los ultras estos del Real Madrid! No nos tocaron, pero sí nos dijeron de todo". El sentimiento barcelonista le venía de familia: su abuelo, Alfred Massana, fue jugador azulgrana.
El racó d'enTete recoge más de cien portadas de discos. "Él no los guardaba", dice su viuda. "No escuchaba su música después de interpretarla. Sus grabaciones eran prácticamente discos en directo: no aceptaba repeticiones, tocaba siempre lo que le salía del corazón en cada momento. Por eso muchos discos no los tenía y nos costó horrores recopilarlos, contactando con discográficas japonesas, americanas..." De hecho, en su casa, el piano no lo tocaba casi nunca: "Era el mueble más grande de la casa, simplemente", dice su mujer, ante el instrumento, ubicado junto al esmoquin del último concierto.
Una vez el periodista Josep Cuní le preguntó si, dada su ceguera, no le daba miedo tocar la tecla equivocada. Lo recuerda Montse García-Albea: "'Siempre busco la tecla equivocada', respondió, definiendo a la perfección su insaciable curiosidad musical. Cuando caía en la tecla que no era, se le abría un universo musical totalmente nuevo, para explorar. Por eso siempre decía que los dedos se movían más rápido que la cabeza". Él lo decía convencido, recuerda Montse: "Yo no soy buen autor. Estoy componiendo e improvisando todo el día".
112 carátulas de discos y una insignia de oro y brillantes
Una partitura escrita en el suelo del hall del Auditorio de la ONCE en Cataluña acompaña los carteles de los conciertos, cartas personales, caricaturas y las 112 carátulas de los discos de Tete Montoliu. La melodía sigue el itinerario de la muestra desde la entrada de la sala de la exposición hasta el piano del artista, una canción que hace un recorrido simbólico a su vida: T'estimo tant.
Entre los más de 200 artículos también se han podido ver objetos personales como medallas, premios, una carta de Joan Manuel Serrat, el esmóquin con que ofreció el último concierto, la Creu de Sant Jordi o la medalla al Mérito del Ayuntamiento de Barcelona, entre otros. Y el honor que él más valoraba, la insignia de oro y brillantes del Barça. El equipo era una de sus tres grandes pasiones, junto con del jazz y con leer libros en braile, según ha explicado el director general adjunto de los Servicios Sociales de la ONCE, Andrés Ramos.
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