Relato de una generación confusa
El director Julián Fuentes Reta lleva a escena la obra ‘Demonios’
Dicen que uno madura cuando tiene hijos o cuando se mueren sus padres. Frank y Katarina tienen treinta y muchos, llevan nueve años juntos y han decidido no ser padres, sin embargo la madre de Frank ha muerto, y Frank llega a casa con una bolsa que contiene sus cenizas: se las han mandado por correo. La muerte del progenitor es el punto de partida de Demonios, obra de teatro del autor sueco Lars Noren que lleva a escena el director Julián Fuentes Reta, al frente, esta vez, de la compañía AZarte (hasta el 19 de marzo) en el Teatro Galileo (calle Galileo, 39; desde 18 euros).
Así que Frank llega a casa y comienza un juego hostil con su pareja al que luego se unen sus vecinos, que han optado por una forma de vida diferente: el proyecto de tener hijos y formar una familia, en apariencia normal, incluso feliz.
La atmósfera se va enrareciendo, como en Un dios salvaje, de Yasmina Reza, y se entra en una espiral de violencia, tensiones sexuales no resueltas, reproches y jarrones volando en una guerra de todos contra todos. “Es un texto muy duro y, como suele ocurrir con otros autores nórdicos —Bergman, Von Trier—, sin un ápice de moralina final”, cuenta el director.
“La productora, Paola Matienzo, me ofreció el texto después de ver mi montaje de Hard Candy, porque tenía mucho sexo y violencia, y al principio tuve mis dudas, por su dureza”, añade el director. Pero terminó aceptando. Después de despuntar con El Proyecto Laramie o Los Iluminados —también ha triunfado en los Max con Cuando deje de llover— a Fuentes Reta se le ha relacionado con el teatro político.
¿Es esta una obra más intimista, de relaciones, de desamor, de parejas? “Si yo he practicado el teatro político ha sido alejándome de ideologías y partidismos, de izquierda y derecha, siempre partiendo de otros lugares”, dice el director. “Podríamos decir que esta es una obra sobre parejas de la que surge una dura crítica al sistema democrático capitalista occidental. Y que esta crítica surja de un autor sueco, cuando Suecia está en la cúspide de ese sistema, me parece que da mucho que pensar”.
En este caso, según Fuentes Reta, se puede interpretar la obra como una crítica a esa generación nacida en los ochenta —aunque el texto original se escribiera en esa época— que coincidió con una época de bonanza, despolitización y fomento del individualismo. Unos niños que fueron mimados y a los que se les dijo que todo estaba al alcance de su mano. Lugeo se llevaron un buen bofetón de realidad cuando el mundo cambió tras la caída de las Torres Gemelas, pero, sobre todo, cuando llegó la crisis económica justo cuando tenían que alzar el vuelo profesional. Una generación confusa.
“Es una obra que tiene mucho humor negro que hace que te rías hasta que la cosa se va poniendo más incómoda”, dice el director, “en muchas ocasiones se va hacia lo surreal”. Una obra donde lo importante es el texto y las interpretaciones de los cuatro actores: la propia Paola Matienzo, Alberto Berzal, David Boceta y Ruth Díaz, recientemente nominada al Goya a Mejor Actriz Revelación por Tarde para la ira, película revelación de los últimos premios del cine y dirigida por Raúl Arévalo.
Para dar más fuerza a lo que dicen los protagonistas, la escenografía tiende al minimalismo: un espacio diáfano coronado por una inquietante cabeza de un ciervo con su cornamenta enhiesta. “La idea viene de oponer la armonía y libertad del mundo natural a las neurosis de la pareja urbana”, concluye el director.
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