La Comunidad protege el monumento ecuestre de Felipe III en la plaza Mayor
Patrimonio incoa expediente de Bien de Interés Cultural para el Monumento, que no se podrá mover del lugar
La Dirección General de Patrimonio ha protegido el monumento ecuestre de Felipe III, situado en la plaza Mayor de la capital, con la apertura del expediente para declararlo Bien de Interés Cultural (BIC). De esta forma, blinda la estatua, que no podrá ser trasladada de su ubicación actual, porque “es la mejor de las posibles”. A lo largo de los siglos, el conjunto, modelado y fundido por Giambologna y Pietro Tacca entre 1606 y 1616, ha conocido diferentes emplazamientos. Es una de las piezas más importantes de la estatuaria monumental manierista, de las pocas que subsisten en Europa, y la más antigua de las conservadas fuera de Italia.
La Plaza Mayor de Madrid es monumento histórico-artístico de carácter nacional desde 1985. Sin embargo, la escultura que representa al monarca Felipe III a caballo no fue incluida en el lote. El monarca ocupó el trono de España y Portugal desde 1598 hasta su fallecimiento, en 1621. Ahora, el Gobierno regional ha decidido emprender su protección “independiente y expresa”, junto con el pedestal sobre el que está, y evitar que se pueda trasladar a otro lugar. La tramitación del BIC incluye un mes de alegaciones, pero desde el momento en que se incoa el expediente la obra se considera protegida, indican desde la dirección general de Patrimonio.
“De ahora en adelante se garantiza que la escultura de Felipe III estará dentro de la plaza Mayor”, explicó ayer la directora general de Patrimonio, Paloma Sobrini, a EL PAÍS. La pieza ha sufrido multitud de traslados a lo largo de los siglos.
Su periplo comenzó en los jardines del Alcázar de Madrid, donde fue depositada de forma provisional, para pasar en 1617 al jardín del Reservado de la Casa de Campo, frente al antiguo palacete de los Vargas, que todavía se conserva. Allí estuvo dos siglos. A comienzos del XIX, José Bonaparte intentó, sin éxito, trasladarla al salón del Pardo. Hasta que Ramón de Mesonero Romanos, escritor y concejal del Ayuntamiento, propuso en 1846 su traslado a la Plaza Mayor. Isabel II accedió.
No acabó ahí su viaje. Tras la revolución de 1868 fue retirada a los almacenes de la Villa y durante la Primera República se propuso su sustitución por una alegoría de los mártires del 7 de julio de 1822, que no se materializó. En 1875, con la Restauración Borbónica, volvió al centro de la plaza. En abril de 1931 sufrió un atentado con explosivos que introdujeron por la boca del caballo. La escultura acabó en el suelo, con el caballo y el jinete decapitados. Durante la Guerra Civil permaneció en su emplazamiento, protegida con un castillete de obra.
El Gobierno regional quiere asegurar los valores del monumento, tanto artísticos como históricos. Como Felipe III promovió las obras de finalización de la plaza en 1617, el espacio parece ser el más adecuado para albergar su estatua. A esta circunstancia se suma que la plaza y el monumento convierten a ese espacio en el lugar de la ciudad que mejor evoca el periodo histórico de la dinastía de los Habsburgo. El rey, con la cabeza descubierta y el cuello rodeado por una gran gola, según los cánones de la época, tiene así asegurada su permanencia futura en la más tradicional de las plazas madrileñas.
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