Asesinato en el ‘Manresa Express’: Puigdemont responde
La entrevista coral de Tv3 al presidente de la Generalitat se convierte en un tercer grado de grupos críticos con su Gobierno
Carles Puigdemont salió maltrecho el domingo de su encuentro con ciudadanos en el Teatro Conservatorio de Manresa. El presidente de la Generalitat las pasó canutas en su cara a cara de tres horas en TV-3 con doce personas, muchas de ellas implicadas en grupos políticos, sindicales y vecinales. Eran doce, como doce eran los sospechosos que tenía Poirot en el Asesinato en el Orient Express. Y como en la novela, el crimen no fue obra ni de uno, ni de dos, ni de tres.
Puigdemont estuvo solo ante el peligro, como si Gary Cooper se enfrentara a su destino un domingo tras comprar el tortell. Los convergentes tenían la sensación que la televisión pública preparó una emboscada al presidente. Pilar Rahola, desbocada, tuiteó como una metralleta, como Rambo acorralado en las montañas del Estado de Washington: “¿Han venido todos los de la CUP a preguntar?”; “¡Pero este programa de qué va!”; “Escuchando el Yo Pregunto el país va tan mal que estoy a punto de suicidarme”.
Acostumbrados al tono conciliador de los medios catalanes con los líderes del procés, lo que sucedió en Manresa fue una especie de adaptación local del cuento del rey desnudo. Los entrevistadores seleccionados en los debates previos —votados por las 200 personas que se presentaron voluntarias para el programa— eran, entre otros, el presidente del comité de empresa de Delphi, la portavoz de la Asociación de Vecinos de La Mina, una delegada sindical del Hospital de Bellvitge, una activista de la PAH, el cabeza de cartel de ICV en Manresa, una activista de Societat Civil Catalana (SCC) y un miembro de EUiA de Reus. El problema para TV-3 es que, con excepción de la madre de la PAH, no se informó de la filiación de los participantes. Las preguntas amigas para Puigdemont fueron contadas, por parte de un arquitecto que tiene a su hija viviendo en Finlandia, y de una señora —la única que apareció con una bandera estelada en la presentación de los entrevistadores— que declaró que sus grandes aficiones son los puzzles, la patria y el Barça. La señora, la funcionaria de la Generalitat Marga Sellarès, fue la única presente que reflejó claramente el espíritu emocional de la masa ciudadana que votó a Junts Pel Sí.
El empresario agrícola Teòfil Camí se esforzó en sintonizar con el president, quería ayudarle a demostrar que España nos hunde, que la independencia es el camino, pero aun así no dejó de ser crítico con el govern por el abandono del mundo rural. Camí sonsacó a Puigdemont frases para el recuerdo: “¿Qué es más diruptivo? ¿Llevar fibra óptica a un pueblo o dos rotondas?”; “Lleida tiene unos productos reconocidos internacionalmente por su calidad. Los catalanes tenemos que ser conscientes que tenemos un tesoro cuando compremos fruta”.
Sin adscripción conocida destacó una estudiante de Filología Hispánica que con la habilidad de una luchadora de pressing catch americano provocó al público convocado para defender a la otra gran protagonista de la velada junto a Puigdemont Mari Carmen Penacho. Bibliotecaria y activista de la sección de jubilados de SCC, Penacho describió una Cataluña donde la violencia contra los antiindependentistas va a más y donde el castellano está perseguido. En el acoso a Puigdemont la acompañó Luis Cano, que fue presentado como director de escuela pública. Cano también fue candidato de ICV en Manresa en las pasadas elecciones municipales. Cano, diestro en la retórica de mitin y asamblea, espetó a Puigdemont: “¿Quién nos roba más? ¿Los españoles o Jordi Pujol?”.
La politóloga y exdirigente de Podemos Gemma Galdon expresó en Twitter su amor por Cano: “ Me quiero casar con el que pregunta si nos han robado más los andaluces con el PER o Pujol. Puigdemont perdido”. Desde el espectro ideológico opuesto —el derrotado por el fuego amigo de TV-3—, Toni Aira quiso animar a las filas: “Muchos no os habéis sentido representados por casi ninguno de los 12 [entrevistadores] del Jo pregunto. Pero os ha representado Puigdemont. Por eso él es el presidente.
Entre unos y otros consiguieron que un debate político de tres horas, que coincidía con un partido del Barça y que terminó de madrugada consiguiera una cuota de audiencia del 16,3%. Puigdemont volvió a casa reventado, como si fuera el protagonista de una novela de Chuck Palahniuk. Todo sea por recuperar el liderazgo de TV-3.
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