Fotógrafo de una galaxia
Terry O 'Neill, autor de imágenes míticas de David Bowie, los Rolling Stones o los Beatles, expone en Madrid
Terry O'Neill lo que quería era tocar la batería de jazz. Llegaban los años 60, O'Neill estaba en la veintena, y decidió dejar su Reino Unido natal y viajar a los Estados Unidos. Para ello encontró un trabajo en el aeropuerto londinense de Heathrow. Allí se topó con el secretario de Asuntos Exteriores británico durmiendo y le sacó una foto que hizo fortuna en el mundo fotoperiodístico. La anécdota ya tiene casi la categoría de leyenda: O'Neill pasó de ser un músico en ciernes a uno de los creadores del mitológico Olimpo cultural de la segunda mitad del siglo XX. Un star system por el que pulularon David Bowie, los Rolling Stones, los Beatles, Sharon Stone, Naomi Campbell, Elton John, Paul Newman y un largo etcétera de cegadoras personalidades. La malograda Amy Winehouse fue una de las últimas que pasó por su objetivo.
Parte de la obra del fotógrafo puede verse en Madrid estos días en una exposición, Legendary, comisariada por Diego Alonso, con dos sedes: Mondo Galería (San Lucas, 9, hasta el 17 de febrero) y el Hotel Hesperia (Castellana 57, hasta el 28 de febrero). “Una de las virtudes de O'Neill es que hace que las cosas parezcan muy simples”, dice Alonso, “puede ser un retrato muy trabajado que parece una instantánea tomada de forma espontánea”.
Parte de esa frescura que destilan sus imágenes viene de la utilización de una cámara de 35 mm, una Leica, mucho más manejable que la mayoría de los equipos de la época. “Se pegaba a sus retratados, se convertía en su sombra, así también conseguía retratos más naturales”, apunta el comisario.
O'Neill (Londres, 1938), como se ve en la muestra, fue parte importante en la creación de la imagen de bandas como los Beatles o los Rolling Stones, y creó icónicas estampas de David Bowie, sobre todo en la época del disco Diamond Dogs (1974), esos inquietantes retratos del músico posando con algo así como un sombrero cordobés y un feroz perro ladrando a la cámara. También frecuentó la moda y el cine: algunos de sus retratos en color de supermodelos como Naomi Campbell o actrices como Sharon Stone, con ese inconfundible aire noventero, son los que más acusan el paso del tiempo.
Sin embargo, la especialidad de O'Neill es la de crear imágenes universales, atemporales, directas al hall de la fama del universo pop. Es el caso de sus retratos de Audrey Hepburn, Paul Newman, Frank Sinatra, o su célebre retrato de Faye Dunaway, entonces su pareja, desayunando al borde de la piscina horas después de haber recibido el Oscar, rodeada de periódicos y con aspecto de haberse corrido una buena juerga.
“O'Neill es una persona entrañable y eso se nota en la complicidad que tiene con sus retratados: al final un retrato se hace entre dos, el que dispara y el que posa”, dice el que comisario, quien también relata que el artista ha dejado la fotografía en activo con la aparición de la tecnología digital. Ahora se dedica a promover su obra pasada en forma de libros (como Breaking stones, Two day that rocked the world: Elton John live at Dodger Stadium o Sinatra: Frank & friendly) o exposiciones como estas.
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