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Katena, una catedral de aire y luz con vidrieras neumáticas

El Conde Duque acoge hasta el 4 de enero este montaje, a modo de laberinto, en el que la luz, el color y la temperatura cambian a placer.

Instalación de la Katena, en el Conde Duque.
Instalación de la Katena, en el Conde Duque.

“Mamá, yo no quiero salir de esto, porfa”. Una niña de unos seis años agarra a su madre por la manga de un abrigo que cambia de color. Alan Parkinson contempla la escena divertido: “Yo no hice esto pensando en niños, pero es maravilloso que las dos generaciones miren lo mismo y hablen de ello”. Parkinson es el padre de Katena, una instalación neumática hinchable montada en Conde Duque hasta el 4 de enero que se puede recorrer, a modo de laberinto, mientras la luz, el color y la temperatura cambian a placer.

Cuenta el artista británico que su intención es “hacer a la gente sentir y que tenga un sentido transformador” y que su inspiración es la temperatura de los colores, la naturaleza y la arquitectura. No en vano, la estructura recuerda a una catedral, con sus bóvedas y sus vidrieras, aunque en clave neumática. “Gaudí diseñó la Sagrada Familia desde arriba, y es un poco lo que inspira la estructura, pensada en dodecaedros”, explica Parkinson.

Al laberinto, que ocupa prácticamente todo el patio central de Conde Duque, se debe de pasar descalzo. "Por eso yo recomiendo que se visite cuando el sol haya calentado la estructura", apunta el artista. Una vez dentro, uno siente estar paseando por un espacio galáctico y ficticio, pero natural a la vez. "La visita es una inmersión en la luz, es pura naturaleza orgánica, como entrar en un cuerpo… y yo buscaba eso". Alan Parkinson invita a vivir la experiencia en soledad. "Quédate un rato solo y dime cómo te sientes, vívelo", apunta y anima incluso a tumbarse en el suelo, "quiero que sea una experiencia transformadora, no es sólo mirar, te vuelves parte de la experiencia".

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La historia de estas creaciones, que han girado por ciudades de todo el mundo bajo la bandera de Architects of air, no salió de un estudio de arquitectura. "Yo no soy arquitecto, mi formación es de fotógrafo", cuenta, "la primera estructura que creé fue un trabajo con un grupo de personas en Reino Unido que tenían que hacer trabajo comunitario y pensamos una estructura en la que se pudiera entrar y que pasaran cosas dentro". Así, su idea empezó a crecer y acogió a grupos de actores en Edimburgo. Unos años después, este artista consideró que "la estructura es una idea con entidad que puede ser visitada por personas y dejar que éstas sientan cosas".

El inventor de emociones con luz y formas geométricas intenta separar el componente "espiritual" del paseo. "Pero me gusta pensar que quien entre va a tener una lectura distinta, ¿entiendes? si entra un padre con un hijo, cada uno va a vivir esto de una manera distinta", explica señalando uno de los túneles de la estructura, por el que no dejan de correr niños. El artista confía en el boca a boca se convierta en su mejor aliado. "Es difícil explicar qué es lo que aquí se exhibe, porque es una experiencia para vivir desde dentro, muy orgánica…". Hasta 1.400 personas al día están visitando Katena, que estará plantada en el cuartel hasta el 4 de enero de 11.00 a 17.30. "A mí lo que más me ha gustado es la sala amarilla, qué guay", exclama un niño a la salida. "Pues ese color no lo hay", murmura Alan entre risas, "¿ves como cada uno ve lo que quiere ver?".

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