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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Los monstruos

Para superar la crisis social y evitar que conduzca a una nueva fase de totalitarismos hay que invertir en políticas sociales y que estas se centren en las ciudades, donde vive el 75% de la población

Antonio Gramsci escribió: “Las crisis orgánicas consisten en que lo viejo no acaba de morir, y lo nuevo no termina de nacer” y añadía: “En estos claroscuros surgen los monstruos”. En un libro de reciente aparición, Las ciudades ante el cambio de era, expongo que tanto en la crisis del 29 como en la actual debemos diferenciar la crisis social e institucional de las recesiones económicas. Las recesiones económicas son consecuencia de la crisis social inicial, y desaparecen con anterioridad mientras que la crisis social y política continúa. En la gran crisis de 1929 en Europa y EEUU, la recesión económica había desaparecido, según los países, a principios de los años 30; en cambio las desigualdades sociales, las amplias masas de parados, la pobreza y la quiebra institucional y política continuaron y provocaron la II Guerra Mundial.

La crisis social se solventó en Europa en la postguerra con la construcción del Estado del Bienestar, lo que significó un cambio de época y proporcionó en la mayor parte de los países europeos un progreso social y un desarrollo económico estables desde 1945 hasta las crisis del petróleo de 1973 y 1983. Antes de acometer este cambio social e institucional, del que la recesión económica era un síntoma, Europa tuvo que pasar por una gran fractura social, que confrontó a las clases populares y llevó al predominio de los totalitarismos de tipo fascista en no pocos países.

Los partidos totalitarios supieron canalizar el malestar social y emocional por la precariedad y empobrecimiento de una parte importante de las capas medias, trabajadores vulnerables y parados, a lo que ayudó su ideología anti-sistema enemiga del Estado de Derecho, nacionalista protectora a ultranza, y la identificación de unas minorías culpables. Se olvida con demasiada facilidad que Hitler ascendió al poder por el apoyo recibido en las urnas o que Mussolini fue nombrado primer ministro como consecuencia de la Marcha sobre Roma, una movilización secundada por amplios sectores populares, que sirvió para instaurar el fascismo. Si estos hechos estuvieran presentes, se tendría mucho más respeto por los procedimientos del Estado democrático, y habría más convicción en ampliar las inversiones sociales.

La actual crisis social en Europa empezó con la profundización de las desigualdades a principios de los 80, tapadas por el fácil acceso al crédito barato. La recesión económica se ha superado de forma frágil, pero las desigualdades sociales se hacen más profundas y se incrementa la precariedad laboral, mientras amplias masas de expulsados de terceros países por la miseria social o/y la violencia llaman a nuestras puertas. La política de austeridad de la UE no ha cesado de incrementar las desigualdades y de desproteger a la población residente, lo que explica, aunque no justifica, que vea con temor la llegada de nuevos inmigrantes y refugiados. Se está creando el caldo de cultivo para el efecto Trump prenda, y el autoritarismo y la segregación social y cultural se instalen en no pocos gobiernos.

Es inhumano no aceptar refugiadas en Europa, pero es suicida desde el punto de vista democrático aumentar la población vulnerable con políticas que llevan a la desprotección generalizada y a la pérdida de derechos sociales en los países de llegada. En los años trainta los regímenes autoritarios acabaron con las políticas de austeridad y desarrollaron políticas expansivas del gasto público, como ahora anuncia Trump, pero dedicaron este gasto a medidas armamentistas y de represión. ¿Tendrá la UE la mínima inteligencia histórica y política para invertir en programas sociales, educativos, culturales y de sostenibilidad?

Superar la crisis social significa mayores inversiones públicas orientadas a objetivos sociales, y que estas se centren en las ciudades. En ellas vive el 75% de la población europea y son el lugar en el que se puede resolver la crisis social. Sólo en las ciudades, se desarrolla la nueva gobernanza en red, la cooperación de la economía social y las actividades del tercer sector. En las ciudades se promueve una ciudadanía activa con un fuerte compromiso social. Desde la ciudad, como hemos visto en Barcelona y Santa Coloma (principales receptoras de los fondos europeos FEDER a estrategias urbanas) es posible articular políticas basadas en grandes acuerdos sociales que permitan coser fracturas, generar objetivos compartidos y colaborar en la acción. Hacer efectivo el derecho a la ciudad para todos es la mejor prevención para que no avancen los monstruos.

José María Pascual Esteve es economista y sociólogo

 

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