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El cantautor que desmonta al cantautor

Rafa Pons inauguró ayer en el Nuevo Apolo la segunda ronda de Los Matinales organizadas por EL PAÍS en colaboración con Planet Events y Les Nits de l’Art

Cuenta Rafa Pons que de adolescente admiraba a Bruce Springsteen con fundamentalismo talibán, pero que según crecía dejó que entraran en sus gustos artistas en castellano como Joaquín Sabina, Extremoduro, Kiko Veneno o Los Rodríguez. También ha repetido en varias entrevistas que tenía tanta música en su cabeza que encontró su estilo "a hostias". Lo cierto es que este barcelonés de 38 años es un cantautor de referencias heterogéneas: en sus canciones hay poco o nada del 'Boss', pero su voz arenosa sí tiene algo de la de Rod Stewart, Carlos Tarque y, a ratos, Sergio Dalma; que esta última comparación no lleve a equívoco, nos referimos al timbre: su propuesta musical está en las antípodas de la de nuestro baladista patrio por excelencia.

En sus temas asoman Sabina o Fito Páez con bastante facilidad, en lo sonoro y, sobre todo, en las letras, que domina con sobrada solvencia: escenas de garito a horas intempestivas, corazones subyugados por mujeres vitandas (como la de la canción Malaputa, así, todo junto) y bastante cachondeo general en torno a la eterna figura del perdedor canalla.

Todo esto y más nos cantó ayer el cantautor catalán desde el escenario Nuevo Apolo de Madrid, en un concierto que inauguraba la segunda ronda de Los Matinales organizados por EL PAÍS en colaboración con Planet Events y Les Nits de l’Art. Que el término cantautor, como él mismo se define, no lleve a equívoco: normalmente se asocia al activista pusilánime con una guitarra y cuatro acordes. Rafa Pons no es ni lo uno no lo otro, y ayer salió al escenario con una banda en toda regla, cuatro músicos incluida una compleja sección de teclados, que tocaban mucho y bien. Él se desprendió de su guitarra para gesticular con las manos, como ese colega que te habla de tú a tú, y bailotear sin parar, lo que lo acercaba a un público que abarrotaba la sala sentado en las butacas, eso sí, sin dejar de mover los pies. Porque el directo de Pons suena mucho más rockero y americano que sus discos de estudio, incluso los medios tiempos o los temas con poso ibérico. Una anotación: además de músico, Pons se reveló ayer como un gran monologuista. Los verborreicos prolegómenos de sus canciones provocaron muchas carcajadas de los asistentes, entre la treintena y la cuarentena, e identificados por tanto con las anécdotas del artista.

Del concierto de ayer saldrá un futuro disco en directo, por eso lo componían los temas más conocidos los cuatro álbumes, que el solazado respetable cantó y palmeó sin resuello, asistente al generoso repertorio que desplegaron Pons y los suyos. No faltaron Olvídate de ti, En ti ("qué gordo tiene el culo tu hermana" fue uno de los versos más celebrados) o Que pasen cosas, despojados tratados relacionales de barra de bar. Tampoco colaboraciones sorpresa como la de El Kanka y El Niño de la Hipoteca, con los que gritó a voz en cuello, junto a un público desgañitado, "irme de putas y encontrarme a Julia Roberts", uno de sus estribillos más célebres. También pasaron por el escenario otros cantautores con proyección como Luis Ramiro o Marwan, que lo secundó en la emotiva Buenos Aires, otra muestra de su influencia sabinesca, que también tiene una canción dedicada a la ciudad porteña.

El concierto culminó con el público en pie bailando Voy persiguiendo la luna, uno de sus temas más cañeros a caballo entre el ska, Extremoduro y Albet Plá. No en vano, le dedicó a este último una estrofa imitando su voz, e incidía una vez más en su complicidad generacional con el público.

"A mí me aburren los cantautores, pero es que Rafa Pons me da un buen rollo...", decía una de las asistentes después del concierto. Una definición certera de este músico, que ya lleva una década a pie de escenario y, ojo, empieza a cosechar lo sembrado.

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