Xoel López, un embaucador integral
El coruñés más expansivo celebra con una victoria anunciada en La Riviera el final del ciclo de 'Paramales'
Definitivamente, Xoel López se consagra como el héroe inopinado del pop español. Ya solo su condición de gallego expansivo le convertiría en 'rara avis' desde un punto de vista antropológico, pero el desparpajo que ha aprendido a desarrollar en los últimos tiempos sirve como deliciosa singularidad. Xoel empezó como otro chico listo en las hordas del 'indie', primero con la monserga del inglés y luego escribiendo cada vez mejor en castellano. Hoy es, ahí donde le ven, un comunicador de una pieza. Un embaucador integral. Sigue siendo un chico listo, vaya que sí, pero no siempre los listos le caen bien a todo el mundo. Con él, en cambio, es difícil no sentirse engatusado y cómplice. ¿Quién tiene, si no, cuajo para marcarse esos bailes 'soul' que volvió a marcarse él como fin de fiesta?
Todo lo dicho puede explicar, al menos en una parte, que el coruñés siga reventando aforos incluso cuando 'Paramales', el disco cuyo ciclo vital finaliza ahora, lleve año y medio dando vueltas por la península. López agotó este jueves el papel en La Riviera con el cometido expreso de revisar ese álbum en su totalidad, una determinación que en otro caso habría resultado contraproducente. A Xoel, con el viento de cara, no le sucede. Acertó hasta con el afable neologismo que sirve para bautizar el álbum, sinónimo ya de la vitalidad, las energías positivas y las buenas intenciones. Y eso pese a que, en términos estrictamente musicales, 'Paramales' constituya un pequeño paso atrás respecto a su fabuloso antecesor, 'Atlantico' (2012). Nuestro hombre ha preferido conformarse con el notable después de rozar el 'cum laude' con la punta de los dedos. Veámoslo, si acaso, desde una perspectiva 'paramalística': ahora existe margen de mejora para la próxima.
No caigamos en la tentación de confundirle con un simple 'buenrollista'. Xoel López es mucho más que eso. No solo consigue que 1.800 celebren la parte tarareada de 'Patagonia', su tema inaugural. Son esos mismos 1.800 seguidores los que, a orillas del Manzanares, jalean la irrupción de 'A serea e o mariñeiro', insólita pieza escrita en gallego y a ritmo de batucada disonante. Y los que adaptan la monserga del "Oé, oé, oé" a un inevitablemente adulador "Xoel, Xoel, Xoel".
Pocos merecen ahora mismo, la verdad, tanto elogio como él. Y solo hurgando, puntillosos, en los detalles intuiríamos flancos débiles que tal vez no son tales. Por ejemplo: apenas hay sorpresas, o no las hay en absoluto. Las 22 canciones de anoche ya sonaron en enero, sin excepción, en el Circo Price. 'Un año más' remata ahora con un simpático guiño guitarrero a AC/DC, pero los momentos adorables provienen del disco anterior. 'Hombre de ninguna parte', 'Tierra' y 'De piedras y arena mojada' son, cada una a su manera, monumentos sin parangón del pop lírico con poso sudamericano, mientras que 'El asaltante de esraciones', con esa reivindicación de la psicodelia y el primer Santana, es lo más atrevido y heterodoxo que nuestro hombre ha escrito nunca. Algunos aprovecharon la tesitura para morrearse, pero el melómano de pro se queda loquito.
En comparación, solo la malévola (y celebradísima) 'Todo lo que merezcas' y el jugueteo negroide de 'Almas del norte' pueden hacer sombra, seguidas del aliento poético nada evidente de 'Yo vi un hombre desaparecer' (con homenaje final a las bandas vocales de los sesenta) y 'Caracoles', ejemplos estupendos de canción pegadiza sin estribillo. En cualquier caso, lo de este jueves fue la crónica abrumadora de la victoria anunciada. O cantada, si lo prefieren.
Xoel abordará la elaboración de su tercer álbum desde las alturas. A partir de la semana próxima, por lo que él mismo anunció. Y, en el estado de gracia que se lo intuye, las perspectivas son fabulosas. Como diría el gallego: malo será.
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