Othelo te mata… de risa
La adaptación shakespeariana que se ofrece en La Villarroel supera la etiqueta de parodia
La sonrisa es una entente cordiale; la risa una rendición pactada; la carcajada la claudicación sin condiciones. En La Villarroel, mediada la tragedia celos y muerte del inseguro Othelo, el intrigante Yago y la compasiva Desdémona, cuatro comediantes sin piedad por el plexo solar (Matias Bassi, Elvira Gómez, Gabriel Beck y Martín López) tienen al público entregado y casi desarmado. En esa favorable tesitura para la tropa de cómicos, Desdémona pone carita de inocente damisela de cine mudo y deja caer en la sala un escueto juego de palabras: una granada de mano de humor tontuno. El efecto es demoledor. Caen las últimas murallas de la resistencia de los forzados circunspectos. La victoria absoluta de la chorrada. Ni rastro de compostura. Ante los actores sólo una masa de cuerpos rendidos y convulsionados por la física risotada.
Othelo (termina mal)
A partir del texto de William Shakespeare. Adaptación y dirección: Gabriel Chamé Buendia. Intérpretes: Matias Bassi, Elvira Gómez, Gabriel Beck, Martín López. La Villarroel, 16 de septiembre.
La tontería es una munición que sólo en manos sabias alcanza su máxima capacidad de alcanzar diana, reservada a los estrategas instintivos de la edad del pavo y a grandes maestros del gag verbal basado en el surrealismo minimalista, como Tip & Coll, Faemino y Cansado y la nueva guerrilla albaceteña del humor chanante. La feliz particularidad del general Gabriel Chamé y sus tenientes es que el verbo arrojadizo es sólo una de sus muchas armas. Othelo (termina mal) es una adaptación shakespeariana que supera la etiqueta de parodia. El final —como avanza el spoiler del título— será el marcado por el autor y se ofrece con toda la intensidad dramática que se merece un asesinato en posición supina. Nada de bromas para un estrangulamiento de manual.
Una sorpresa más para un montaje heterodoxo hasta la médula que dialoga en un hilarante juego metateatral con el autor isabelino, que reproduce en escena el candor y el ritmo acelerado del primer cinematógrafo, que exhibe orgulloso sus trucos, que se divierte con el gag físico del slapstick y la caricatura del “teatro culto”, que encuentra en el victimismo del magistral Maríin López —un estresado Fregoli con pena de galeras escénicas— un recurso cómico de larga duración, que traviste a Yago en un alter ego de Dr. Maligno en una untuosa creación de Gabriel Beck, asumiendo el doble rol de personaje y demiurgo del drama, manejando los hilos de la trama a su antojo en competitiva dialéctica con Shakespeare, y dejando al pobre Othelo (Matias Bassi en el difícil papel del protagonista perdido en su tragedia en medio de la comedia) más ciego que nunca.
Una conjura de talento, ideas y recursos encaminada a un único fin: vencer sobre los pertrechados humores de un público que entra en el teatro sin saber que le arrollarán con una versión intransferible de un clásico, con una mezcla inusual de respeto, ingenio y diversión.
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