Carteristas franceses, rumbo a Barcelona
El Grupo de delincuencia Urbana, los agentes que miraban a los ojos de los carteristas
Decenas de ladrones se hospedan en hoteles de Barcelona, donde vienen a “hacer la temporada” de robos. El intendente jefe de la Guardia Urbana de Barcelona en la comisaría de Ciutat Vella, Benito Granados, reconoce que es complicado saber cuántos hay. “Son cada vez más porque hay más turismo, luchamos contra algo que no se acaba pero que intentamos mantener en línea”. El superior asegura que hay grupos organizados que vienen desde el sur de Francia con la única misión de robar carteras, móviles… “Hay unos especializados en robar relojes de pulsera de más de 15.000 euros”.
“No todo el mundo es capaz de aguantar la mirada de los malos y ellos nos lo reconocen”, recuerda —clavando sus pupilas— Granados. Él es el responsable de una treintena de agentes que fijan cada día sus ojos en los delincuentes. Es el denominado Grupo de Delincuencia Urbana (GDU). Una élite policial que “patea” 20 kilómetros diarios por los diferentes barrios de Ciutat Vella. “Topamos con carteristas, ladrones y descuideros, pero también con narcos y traficantes de mujeres”, lamenta. En lo que va de año se han denunciado, solo en este distrito, 40.000 hechos delictivos y 30.000 de ellos son por hurtos.
“Luchamos contra unos ladrones que asumen que serán continuamente detenidos. Saben que, en el peor de los casos, entrarán en prisión unas semanas tras haberse enriquecido con centenares de robos. El sistema penal no tiene capacidad de disuasión sobre estas personas y somos nosotros los que intentamos ponerles freno”, admite Granados. “Los agentes somos la sombra de los delincuentes, sabemos cómo actúan, que técnicas tienen y cuáles son los turistas-víctimas que seleccionan”, reconoce.
Es el momento de peinar el distrito. El sargento de la unidad y dos de los agentes —de esos que reconocen la “mirada de los malos”— salen a la calle. Los tres calzan bambas y visten pantalón corto en el que esconden una pistola. Uno de los policías tiene apariencia de armario, habla más de cinco idiomas y trabaja siempre tocado con una gorra. Otro con una barba de hípster se camufla entre la multitud. “Ahora es el momento que actúan en la Boqueria”, sentencia el sargento. Paseo por un mercado abarrotado de turistas y enseguida interceptan a un hombre y dos mujeres. Les identifican y no llevan nada. No les han dejado comenzar la jornada delictiva.
Los lugares elegidos por los carteristas son los comercios y, en especial, las tiendas de ropa. El portal de l’Àngel y la calle Portaferrisa es su territorio. “La víctima está pendiente de la ropa y ellas, con mucho disimulo, son capaces de camuflarse con las prendas, robar la cartera, sacar el dinero y abandonar el monedero en la tienda”, afirma el agente de la barba.
Luego paseo por el Raval. Los urbanos interceptan a un individuo que acaba de comprar un ordenador y dos cámaras, supuestamente, robadas. Tras media hora de preguntas el tipo, entre lágrimas, admite su error. El material queda requisado y el tipo identificado. Mientras esperan la confesión, paran a tres tipos de los que piden limosna mostrando carteles. “Está todo mal escrito, te lo plantan en la cara para que te centres en leer el papel mientras te roban”, informa el sargento. Los carteles quedan hechos trizas en una papelera. En el metro identifican a un habitual y en el Gótico interceptan a tres carteristas búlgaras. “Parecen turistas y acumulan decenas de detenciones”. Van buscando turistas que saben que llevan mucho dinero en efectivo.
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