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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Las claves de la cosa

En las prioridades está el modelo de ciudad: lo que se ve nos cuenta lo que se piensa

Nuevo paseo inaugurado sobre el cajón de Sants este verano.
Nuevo paseo inaugurado sobre el cajón de Sants este verano.Massimiliano Minocri

Al salir de casa, me topo con un equipo de BTV que interroga a los vecinos sobre el carril-bici de la calle Numancia, todavía con la pintura fresca. La queja generalizada, me dicen, es que se ha suprimido aparcamiento: he aquí un cambio cultural que aún no se ha producido. ¡Andaban muchas bicis por la vereda! Señalo a las chicas de BTV un detalle que parece hecho a propósito para causar problemas: justo donde se accede al vado —muy utilitzado— de un hotel que tanto acoge equipos de futbol menores que vienen a jugar al Camp Nou como equipos de vuelo de distintas compañías que operan en El Prat, justo ahí, han pintado un espacio para motos que obtura el paso. O sea que el vado no servirá para autocares, porque ya no caben, y en algunos casos lo tendrán difícil los taxis. No hacía ninguna falta poner ahí las motos, pero un técnico tomó la decisión, no sabemos si en el despacho o in situ. En este último caso su pericia es discutible. Me hace pensar en los técnicos que diseñaron la high line de Sants, que en algún momento tienen que haber subido y haber visto que dejaban a los vecinos de la segunda planta a la intemperie, pero no se fijaron, no tomaron nota para solucionarlo —¿una enredadera que haga de cortina?—, simplemente siguieron de largo.

Los técnicos. En la fábrica Oliva Artés, que trata mucho de urbanismo, había hasta hace una semana una exposición interesantísima: los proyectos de final de carrera de los arquitectos de la Universidad Internacional de Cataluña. Siempre pensé que estos proyectos dicen mucho del sistema y del alumno. Y que sería divertido hacer una exposición de arquitectos divinos mostrando su proyecto de carrera y su última realización, para evaluar la distancia entre el sueño y la realidad. Conozco a un arquitecto que, hace años, proyectó convertir la Sagrada Familia en una discoteca y le dieron el título. Eran tiempos iconoclastas en la escuela oficial. Esta exposición que digo plantea un tema concreto: los límites de la metrópolis. Está en inglés: boundaries. Toda la muestra está en inglés, con algunas incursiones en castellano, en una extraña ecología de lenguas. Como no lo dice, no sé cómo se organizaron los trabajos, si se encargaron temas específicos o cada alumno eligió sus elementos, pero sí que la exposición enseña esa confluencia entre la ambición joven y la convención académica, es decir, el lenguaje del tiempo presente.

Trabajaron sobre los bordes del Parc Agrari del Llobregat, inundándolos de edificios que tenían que integrarse en el paisaje, aportar sostenibilidad y conocimiento, contribuir al desarrollo, etcétera. La periferia que aparece en los planos está idealizada. Otra vez nos preguntamos si el técnico ha trabajado sobre el terreno; yo diría que sí, al menos eso dicen los textos explicativos, pero los proyectos están lejos de la realidad, como siempre que un arquitecto lo plasma en papel: queda mejor, sin el pastizal calvo, el pinar ajado. Pero vayamos al grano. Si todo esto se construyera, tendríamos un polo de conocimiento agrario, rural, pero nos quedaría poco terreno libre, poco paisaje. Hay de todo, desde una fábrica a una biblioteca (espléndida), desde un mercado a una granja de mariposas, desde una escuela de gastronomía a un centro de estudios intergeneracional. También un hotel, icónico él —así lo confiesa el autor—, mezcla de Gehry y la gran Zaha Hadid. Ah, y un hipódromo.

La cuestión es qué preguntas estaban contestando estos alumnos. Está claro que les gusta construir; la mayoría de proyectos son sólidos, de líneas rectas, modernos en el sentido clásico de la palabra, translúcidos. ¿Qué harán en el futuro? ¿Dónde acabarán dejando la huella? No sé por qué la exposición me produce una cierta desazón. Estamos creando arquitectos convencionales con la pátina de la sostenibilidad: trabajan bien la energía interna del edificio pero quizás no tan bien los conceptos que lo inspiran. O sí, no lo sé.

En todo caso, como siempre que vengo a la Oliva Artés paso a ver cómo están los trabajos de restauración de Ca l’Alier, donde tenía que instalarse un centro de tecnología smart city protagonizado por dos multinacionales. Dice el cartel que la fecha de finalización está “en revisión” y la cosa, más parada que la Sagrera.

Prioridades. En las prioridades está el modelo de ciudad: lo que se ve nos cuenta lo que se piensa. Es la clave de la exposición que acabo de ver.

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