_
_
_
_
Crónica
Texto informativo con interpretación

El rey de la playa hace bailar hasta a la arena del Besós

El ‘disc-jockey’ David Guetta convierte el Barcelona Beach Festival en una macrodiscoteca

David Guetta, durante un momento de su actuación ayer en el Barcelona Beach Festival.
David Guetta, durante un momento de su actuación ayer en el Barcelona Beach Festival. ALBERT GARCÍA

A las 22.05 de la noche del sábado David Guetta, que hacía pocos días estaba en París como estrella de la final de la Eurocopa, salió al escenario del Barcelona Beach Festival, en la playa del Fòrum, en Sant Adrià del Besós, que en su tercera edición aumentó su convocatoria alcanzando las 35.000 personas. Toda la arena se llenó de cámaras mientras la melodía de Encuentros en la Tercera Fase iniciaba el show. Los brazos de la multitud, candidatos a sufrir más tarde una tendinitis, golpearon el aire en muestra de aprobación, mientras el despliegue de luces y proyecciones llenaba de estímulos las enormes pantallas del escenario y la multitud tarareaba las sencillas y efectivas melodías que dan sentido a la propuesta bailable de Guetta, de nuevo rey en una playa donde hace bailar hasta a la arena y que ha visitado los tres últimos años. Ya es casi, pues, su festival.

Pero la fiesta había comenzado bastante antes, y terminaría mucho más tarde. A las 17.30 ya había una riada de chavales (la edad media del festival es la más baja de los que se hacen en Barcelona), dirigiéndose al recinto. La edad no sólo era perceptible por cuestiones de lozanía, sino también porque de vez en cuando se oían comentarios de todo tipo protagonizados por papá o mamá. Pero ellos, aburridos como siempre, no estaban allí, de manera que aquello iba a ser una tarde de libertad que para algunos comenzaba con un notorio botellón justo en el acceso. Y eso que las nubes protegían a la chavalería del sol, limitando la temperatura y la sensación de calor que, a veces, empuja a beber. Muchos iban al festival por vez primera, como denotaban sus dudas sobre el camino a tomar una vez abandonada la parada de metro, y los más veteranos sacaban pecho comentando las dos vías de acceso posible.

Una vez en la playa, superados los controles de seguridad en busca de bebida camuflada no se sabe dónde (el vestuario era tan escueto que ni una caja de cerillas podría escamotearse al ojo del vigilante), se percibían cambios con respecto a las dos primeras ediciones del festival. Ya que los disc-jockeys no cambian de edición en edición, que al menos cambie el entorno, debió pensar la organización. Así, de entrada se veían más barras, algunas de ellas en la propia arena, mejorando de este modo el servicio a la asistencia. El escenario, enorme como de costumbre, tenía por vez primera un motivo corporativo, el logo del festival, una calavera de la que salen tentáculos muy en la línea de las figuras fantasmales de Piratas del Caribe. Sobre el firme del montaje se elevaba una tarima que dejaba el escenario del Papa en Valencia a la altura de un palé y allí encima operaban estos sacerdotes laicos que son los disc-jockeys del dance.

Uno de los primeros en actuar fue JP Candela, cuyo nombre no podría ser más apropiado. A base de house machambrado con temas de Oasis o Coldplay entre otros, su sesión puso en danza a todo el personal. Pero la estrella fue un acompañante suyo, se supone, un hippie con aspecto de estar en otro lugar, que se puso a bailar sobre la mesa del disc-jockey. Tenía muy poca gracia haciéndolo, pero el entusiasmo de la multitud lo perdonó todo. Más tarde triunfarían muchos otros, hasta que Hardwell diese por concluida la fiesta ya de día. Sería ya hora de volver a ver a mamá. Mejor que a papá, por lo general menos comprensivo.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_