La eterna jovencita emotiva

Noche de perfumes y de rostros con las señales de la vida en sus pieles, atravesadas por arrugas que bien podrían ser trincheras donde guardar los años ya vividos. Noche de viernes, para estar guapos y guapas en el concierto, cómodamente sentados en un Auditori de Sant Cugat del Vallès en el que o se tiene el infortunio de estar detrás de un pívot o no hay manera humana de perder de vista el escenario, siempre centrado entre las dos cabezas de quienes se sientan delante. Y cierto, no había mucho que mirar, apenas un par de músicos, poca cosa en la sociedad del espectáculo que ha decidido primar la vista, pero también se podían cerrar los ojos y dejarse llevar por el canciones que escuetamente instrumentadas por dos guitarras y voz cerraban la temporada del recinto. Suzanne Vega y Gerry Leonard para una suave noche de viernes.

Siendo como es una artista poco prolífica, no resultó extraño que buena parte del cancionero tuviese también sus propias arrugas, arrugas que en este caso movían los recuerdos, quizás la nostalgia e incluso algún suspiro. Ya en la segunda canción, tras colocarse un sombrero de copa que hizo adivinar a una seguidora cual sería la canción que sonaría, Marlene On The Wall abría la senda del recuerdo. Pero al tratarse de un concierto en formato escueto, las versiones escapaban de lo habitual, con un Leonard que ponía el conciso detalle a cada pieza mayormente con guitarra eléctrica apoyada en bucles que él mismo generaba y disparaba. Por su lado, Vega, con esa voz de joven eternamente quebradiza y tierna, iba tejiendo de manera paulatina un entorno cálido, también conseguido con las presentaciones de sus piezas, que pese a poder hablar en castellano, realizó en un académico inglés de chica leída que referenció en concierto mediante sendas canciones a Carson McCullers –We Of Me- y a Harper Lee con una pieza homónima.

Esta fue la parte del repertorio más novedosa, ya que Suzanne, cambiando de registro puntualmente hacia el rock pero siempre manteniéndose centrada en la senda folk, inició una recuperación más concienzuda de grandes éxitos mediante Left Of Center, Gypsy, la preciosa hija del primer desamor de la artista, allá por los 18 años, y las inevitables Luka y un Tom’s Diner en versión de vocación bailable y para la que volvió a recurrir a un sombrero de copa, poco más o menos como anteriormente, con intención teatral, igual que usó un cigarrillo entre los dedos para interpretar la citada We Of Me. Un suave concierto de canciones casi tan persistentes como los perfumes que llenaron de fragancias dulzonas una noche de viernes, en el Auditori de Sant Cugat. Para escuchar a la eterna chica sentimental.