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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El franquismo sociológico

Crónica íntima de la noche electoral a la luz del duelo de los más jóvenes y la mudez de una o más generaciones

El sorpasso que había de darse entre Podemos y PSOE lo dio el PP sobre sí mismo. Se adelantó a su propia sombra. Ganó más votos y escaños a pesar de que tantos creían inevitable lo que las encuestas pronosticaban, que le pasaría otra factura más la corrupción: la financiera de Estado y la financiadora del partido, así como la corrupción política que estalló a última hora del ministro del Interior contra los indepes e incluso contra personas nada sospechosas de serlo, como el entonces alcalde Trías. Una factura que había de ser rotundamente cara para formar gobierno, quien sabe si definitiva hasta el punto de llevar a la derechona a la oposición y fuera de muchos sillones. Y nada, tú. El PP gana las elecciones y hasta se permite ganar votos catalanes y ser el vencedor valenciano. <TB>

La sorpresa fue superlativa para tantísimas personas que al poco entraban en duelo por las redes. Una servidora también abrió los ojos como platos aquel domingo. Me dije una vez más: helo aquí, bien campante, el franquismo sociológico. Helo aquí, repetí, que viene saltando por las montañas. Hay títulos de novelas que para mi son sabiduría popular, frases hechas que me asisten a menudo: este es de Jerzy Adrjezewsky. Otro mantra de aquella noche habría podido ser Marsé y sus encerrados con un solo juguete. También el título de Rodoreda que recuerda que la guerra no termina, cuánta, cuánta guerra. Pero me salió don Jerzy. Fui a buscar el libro (Alianza 1969; traducción de de G. y E. Makowiecki) donde mis amados polacos y dí rauda con este diálogo en una página que tiene la punta plegada para que así lo encuentre siempre que me urge:

“— ¿Te has vuelto pesimista?

— Todavía no. El verdadero pesimismo empieza cuando dos piernas se vuelven insoportables.

— En efecto. Pero entonces siempre queda una solución, se pueden cortar.

— Se puede, pero uno no lo hace en general y grita que todas las piernas son insoportables.”

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El franquismo sociológico, de nuevo: perenne, activo, inmarchitable, logrando que una parte inmensa de la sociedad española (por no hablar de la catalana, la valenciana y la vasca) se sienta con las piernas rotas. Tuve que atender por whatsapp a jóvenes amistades que estaban de luto riguroso por los resultados, a punto como quien dice de cortarse las piernas, mientras atinaba a constatar que las amistades de mi generación e incluso mayores callaban como muertos. Al que está en los cincuenta, un indepe cupero que pedía a gritos emoticones una explicación a la pérdida de más de un millón de votos de Unidos Podemos, se lo escribí por la brava: mientras España no quiera saber nada del franquismo sociológico ni lo describa con pelos y señales no hay nada que hacer, chico. Aquella noche solo intercambié reflexiones, mantras y aullidos con chicos: ¿es también una cuestión de género? ¿a las chicas nos importó menos aquella noche, o es que mis amigas estaban todas de meditación trascendental?

Más duro de consolar era el treintañero. Chaval, os va a tocar a vosotros acabar con el franquismo sociológico, nosotros hemos llegado hasta aquí y ya ves. Ya, respondió, pero es que yo no soy español ni nada. Ojo: no es indepe como el anterior sino que, son sus palabras, le da vergüenza ser español. No es catalán, no quiere ser español. No sé lo que soy, insistía. Solo faltaba el arrebato unamuniano al cuadrado: me duele España, me duele Europa (coleaba el Brexit). Me puse seria: Toda persona es de algún lugar del mapa, caramba, o de varios; dices lo que dices para dilatar el asunto, no pensar y evitar responsabilidades. Pero con los años no queda otra que asumir la historia vivida. La derecha españolista no es democrática. Ya, sí, dijo él.

Respeté el duelo de mis amigos. Intentaba decirles que el franquismo sociológico lo hace muy bien y así seguirá si no se le corta el paso: uno llega al servicio público, político o administrativo, para enriquecerse, que lo que es de todos es de uno. Primera ley del franquismo y sus clientes, hoy sus votantes. Que ganen no es lo raro. Lo raro es vivirlo. Si los podemitas han perdido tanto en España —pero no en Cataluña ni en Euskadi— tal vez sea por fallar en algo hondo. Con todo, es infantil dudar de tu montonazo de votos y tus 71 diputados. Esta batalla no se gana así como así. Ni será el propio franquismo sociológico quien se ponga en la picota. Ese sorpasso sí que hay que darlo desde fuera.

Mercè Ibarz es escritora y profesora de la UPF.

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