¿Cuánto estás dispuesto a pagar por tus ambiciones y deseos?

Más Arthur Miller en Barcelona. Reciente aún el Panorama desde el puente protagonizado por Eduard Fernández y de ayer mismo todavía Les bruxes de Salem de Andrés Lima que ha abierto el Grec llega, en el marco del mismo festival, otra obra del dramaturgo estadounidense nacido hace un siglo, El preu. Se representa en el Teatre Goya (hasta el 7 de agosto) también en una producción de campanillas, con Sílvia Munt como directora, Ramón Madaula y Pere Arquillué como los dos hermanos que centran la historia y Lluís Marco y Rosa Renom redondeando un gran reparto.

El preu, recalca Munt, es un Miller tardío (de 1968), maduro y cargado de unas profundas sabiduría y humanidad. “Aquí está más concentrado en hablar de la naturaleza humana, de la libertad individual, del precio que se paga por las ambiciones y deseos personales que de la vacuidad del sueño americano, como en Muerte de un viajante, o de los peligros del macartismo, el tema de Las brujas de Salem”, señala la directora.

En la pieza –traducida al catalán por Neus Bonilla y Carmen Camacho- dos hermanos que no se han visto en 16 años se reencuentran en la vieja vivienda familiar, un ático en Manhattan, en un edificio que se va a derribar, con motivo de la venta del mobiliario, todo lo que queda de la familia y que acumula como el polvo que lo cubre los fantasmas del pasado. Victor Franz (Arquillué) es un frustrado y amargado sargento de policía a punto del retiro. Su hermano Walter, cirujano, podría parecer un triunfador, pero se halla en una similar situación de cuestionamiento vital. Los dos tienen su propia memoria de las cosas, ambos creen que el otro ha sido capaz de negociar mejor sus cartas, y que han pagado un precio mayor en la vida que el hermano. A muchos les sonará cercano el argumento. La mujer de Victor, Esther (Renom), para la que el contenido del piso no es sino una posibilidad de conseguir dinero extra, y el viejo tasador judío que aparece para dar un precio por el conjunto, Gregory Solomon (Marco), que pone algunas notas de comedia, son el contrapunto al duelo emocional entre los hermanos.

El precio del título se refiere a la suma del tasador y a cuánto valen los objetos y los recuerdos a ellos asociados para cada hermano, pero también al precio del legado del pasado y a cuánto estamos todos dispuestos a pagar por nuestras ambiciones y deseos en el curso de nuestras vidas. “Siempre pagas facturas”, subraya Sílvia Munt. “Sea cual sea la elección que hagas”.

“Leí la obra hace dos años, volviendo de Formentera, en esas largas horas muertas a las que nos tienen acostumbrados nuestras maravillosas aerolíneas, y me enamoré”, dice Munt. “Nunca se había hecho en catalán aunque es una de las mejores obras de Miller y la más madura, su último éxito de público y crítica”. Para la directora, El preu constituye una magnífica radiografía humana, de lo más íntimo y esencial del ser humano. “El autor muestra el peso de las elecciones que hacemos, las consecuencias a largo plazo de lo que decidimos”.

La obra, ambientada tras el crack del 29, no precisa de actualización alguna, según la directora. “La devastación de una familia por la crisis tiene una proyección directa en nuestro tiempo sin necesidad de forzar una adaptación. Es un texto de vigencia evidente”. Munt asegura que espectadores que ya han visto la obra le dicen que tienen los mismos problemas de relación con sus hermanos.

El espectáculo, de una hora y cuarenta y cinco minutos, es muy sobrio a nivel de escenografía. Munt ha jugado con las sombras que provocan los muebles, “las sombras del pasado”. La directora no ha tenido reparo en cortar partes del texto para aligerarlo. “Hoy no hace falta explicar las cosas tanto” .

Sílvia Munt vuelve a trabajar con su marido Ramon Madaula, al que ya dirigió hace dos años en La duda, también en el marco del festival Grec. “Volvemos a estar juntos, y estoy muy contenta de ello, pero es algo que se ha de hacer de tanto en tanto, tienes que darte aire, demasiado trabajo juntos tampoco es bueno para la pareja”. Como en La duda, en El preu hay espacio para el debate. “El teatro tiene que plantear preguntas, hacerte pensar, y sentir que alguien te entiende, que no estás solo en tus cuestionamientos, que hay quien te acompaña en tus miedos y esperanzas. Esa es mi idea de este oficio. Tanto en cine como en teatro hago las obras que me tocan, que me provocan algo. Por eso he hecho la película sobre los desahucios. Siento la obligación y el deber de hablar de lo que me perturba”.