La baronesa, los pieles rojas y la pistola de Lex Barker
Tita Cervera lleva a Sant Feliu de Guíxols ‘La ilusión del Far West'
La baronesa Thyssen, Carmen Cervera, ha llevado los pieles rojas a la Costa Brava. Una versión reducida, aunque con algunas piezas nuevas, de la exposición La ilusión del Far West,exhibida en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid hasta febrero, recala ahora (hasta el 30 de octubre) en el Espacio Carmen Thyssen en Sant Feliu de Guíxols. La exposición, adaptada para el nuevo emplazamiento, la ha comisariado Miguel Ángel Blanco, cuyo notable parecido con Buffalo Bill —célebre precisamente en Cataluña por traer indios con su circo Wild West— enfatizó la propia baronesa, aunque también se podría decir que se asemeja al general Custer, hombre mucho menos popular entre las naciones indias.
La muestra incluye obras de artistas famosos por retratar el oeste americano como George Catlin o Frederick Remington y también piezas etnográficas, entre ellas una pipa sagrada, una maza comanche o unos mocasines muy usados de correr por la pradera (según el entusiasta comisario Blanco) de los hidatsa, tribu emparentada con los mandan y los arikara. Asimismo, se exponen objetos relacionados con la cultura popular en torno a los nativos norteamericanos como libros, carteles de películas y hasta viejas figuritas de plástico de indios. También se exhiben obras del propio Blanco relacionadas con el Oeste, parte de su serie La biblioteca del bosque.
La propia baronesa —americana blanca, cuerpo de seda crudo, pantalones floreados, melena al viento, bolso de Channel; dijo haber dormido poco y pidió a los fotógrafos “haced el favor de ponerme guapa”— presentó ayer la muestra y explicó que algunas cosas pertenecen a su propia colección americana, entre ellas un traje de india, que ella misma ha usado (!), o la silla de estrella de cine y un revólver que perteneció al que fuera su primer marido, el actor neoyorquino Lex Barker, para el que Cervera tuvo un cariñoso y emocionado recuerdo y al que se homenajea expresamente en esta exposición. “Lex hizo muchas películas del oeste”, evocó, “y el lugar que más le gustaba del mundo era este, Sant Feliu, que también es mi favorito”.
El traje de india y el futuro museo
El traje de india que figura en la exposición lo adquirió en Houston la baronesa para usarlo en una fiesta de disfraces, según explicó ella misma. “Tenía que ir a una fiesta con Thyssen, él iba de cowboy. Vi en un museo éste de princesa sioux, necesitaban fondos y me lo vendieron. Volví a usarlo el año pasado para la inauguración de la exposición. Aún me entraba”. Anunció que lo donará al Museo de Antropología de Madrid.
Sobre el futuro museo Thyssen de Sant Feliu de Guíxols, el alcalde Carles Motas explicó ayer que el proyecto más realista adoptado, que consiste en reformar el Palacio del abad y cuesta unos cinco millones de euros, podría estar acabado en 2019. Motas recalcó el interés del nuevo museo poara la ciudad como polo económico y turístico.
Del revólver de Barker, uno de los tres que se exhiben, un formidable Colt Navy modelo 1851 que formó parte de la colección del actor y ahora pertenece a la de la baronesa, dijo: “La pistola de Lex me trae recuerdos maravillosos”. Y subrayó: “En un momento de mi vida, él fue mi gran amor, igual que en otro lo fue Heini Thyssen” .
Tomando un café con leche en el jardín del Palacio del abad, donde se ubica el Espacio Carmen Thyssen, la baronesa, muy relajada (su lado de la mesa quedaba a la sombra), habló del interés de su marido Hans Heinrich por el Far West. El barón era un apasionado de las novelas del Oeste de Karl May (1842-1912), el autor alemán de las inolvidables aventuras del explorador Old Shatterhand y su amigo indio el jefe apache Winnetou. Los libros de Karl May (de los que Thyssen poseía un ejemplar dedicado) eran muy populares en Alemania (Hitler era un gran fan). Se da la circunstancia de que tras triunfar como Tarzán, Lex Barker buscó trabajo en Europa y, en Alemania, protagonizó 12 películas basadas en novelas de Karl May, entre ellas siete en el papel de Old Shatterhand —bordándolo—. Curioso tríangulo emplumado el que une a la baronesa con sus dos maridos. “A Hans Heinrich le encantaban Karl May y Old Shatterhand, y de ahí vino su afición por los indios”, me explicó Tita Cervera. “Nunca tuvo celos de Lex. Pero yo también respetaba su vida pasada, sus anteriores relaciones. Yo fui la quinta esposa de Lex y también la quinta de Hans Heinrich. El cinco es el número de mi vida”, bromeó. En cambio, para los sioux era el cuatro.
Con respecto a la que se vio en Madrid, la exposición de Sant Feliu ha perdido las obras prestadas por los grandes museos estadounidensese, notablemente las pinturas de Catlin pertenecientes a la National Gallery of Art y el Smithsonian de Washington; faltan también parte de las grandes pinturas de paisajes, las fotografías de guerreros indios (especialmente las tan icónicas del gran Edward S. Curtis) y, más inexplicablemente, piezas de museos de Madrid como la camisa pies negros del Museo de América. Es una pena que no se haya podido contar con la espectacular cabeza de bisonte. Dicho esto, la exposición sigue teniendo poderosos atractivos, como las sensacionales pinturas de indios de Karl Bodmer, en las que uno parece asomarse al mundo de Un hombre llamado caballo —las ceremonias sagradas de los mandan—. Y más al reforzarse con otras obras de las colecciones Thyssen. Blanco destacó especialmente la nueva Sala Remington, con tres bronces que no se mostraban en Madrid.
El comisario explicó los quebraderos de cabeza que le ha dado una pipa ceremonial: recibió protestas de nativos americanos por la "falta de respeto" de la exposición, porque el calumet se exhibía con la cazoleta puesta, cuando solo debe estar acoplada para los rituales. En la nueva muestra e ha subsanado el error.
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