Rajoy y los niños
El presidente en funciones sabe muy bien que el dinero negro por el que preguntaban los niños es de origen ilícito. Pero les dio una explicación sospechosamente confusa
Hace unos días, durante la precampaña, Rajoy estuvo en un programa de televisión en que unos niños hacían preguntas incisivas e ingenuas a los líderes políticos. Era un espacio con niños, pero no para niños. Todos los políticos procuraron ser próximos y sonrientes, pensando en los futuros votantes, adultos. A Rajoy, los niños le hicieron dos preguntas que eran una sola y temible, como las dos anillas de unos grilletes. Le preguntaron sobre la corrupción y si había cobrado dinero negro. Él, pretendiendo parecer paternal y didáctico, solo consiguió ser distante y profesoral. Negó haberlo cobrado y a continuación les explicó lo que, según él, es el dinero negro. Su explicación consistió en un ejemplo pretendidamente sencillo de impago de impuestos, como si fuera una cuestión neutra y práctica de contabilidad sin nada que ver con la corrupción. Su explicación fue sospechosamente insuficiente y confusa.
Se confundió, o quiso confundir a los niños, con su ejemplo. Les explicó que si ganas 1.000 y debes pagar a Hacienda 200, y no lo pagas, eso es dinero negro. Y no siempre es así, exactamente. Si has ganado 1.000 lícitamente, y después no tributas, solo es un fraude a la Hacienda Pública, que será delito, con posible pena de cárcel, si la deuda tributaria excede de 120.000 euros, y si es menor, será una simple infracción administrativa, castigada con el pago de la deuda con sus recargos, y una multa.
Lo esencial del dinero negro es que su origen sea ilícito, de procedencia delictiva o irregular. Puede proceder, por ejemplo, del tráfico de drogas, delitos urbanísticos, o cobros de autoridades o funcionarios por comisiones, mordidas, o sobornos. En el ejemplo de Rajoy a los niños, tendría que haber precisado que las ganancias de 1.000 serían “en negro” solamente si fueran de procedencia delictiva o generadas de manera ilegal, con propósito de ocultarlas a Hacienda. Pudo explicar a los niños que se llaman “negras” porque legalmente no existen, y por ello no pueden ser declaradas a Hacienda, ni acceder al tráfico mercantil y jurídico legal, sin que, previamente, sean blanqueadas, para aparentar un origen lícito. El blanqueo, según el Código Penal, consiste en realizar actividades para eludir las consecuencias legales de ese origen ilícito, tales como adquirir, convertir o transmitir las ganancias “en negro”. Un modo de transmitirlas es utilizarlas para pagar sobresueldos, como los que dieron pie a la doble pregunta infantil.
Algunos de los niños que entrevistaban a Rajoy daban muestras de conocer las noticias de la corrupción relacionada con dinero negro. Seguramente habían oído a sus padres comentarios de indignación o hilaridad ante algunas célebres anécdotas apoteósicas. Una exconcejal de Cultura de Valencia explicaba a su hijo cómo se blanquea el dinero negro, con sobres y billetes de 500 euros. Un alcalde tosco y malhablado contaba “dos milions de pelas” de comisiones ilegales. El grupo municipal del PP valenciano, con su alcaldesa a la cabeza, era “investigado” por blanquear dinero procedente de ingresos inconfesables.
La patulea zarzuelera comandada por la achulada Aguirre generaba y gestionaba comisiones presuntamente ilegales, “mamandurrias” de dinero negro que hicieron rico a su partido y, de paso, a muchos de sus principales líderes. En un auto del juez Ruz se podía leer que el PP disfrutó de financiación “procedente de empresas adjudicatarias de contratos con las Administraciones Públicas gobernadas por el PP”. Así se remodeló la sede del PP en Génova 13. Los tesoreros del PP se dedicaron institucional y personalmente (presuntamente) a recaudar ese tipo de financiación “ajena al circuito económico legal”.
Rajoy sabe muy bien que eso es el dinero negro por el que preguntaban los niños, el verdadero dinero negro, de origen ilícito, de la corrupción. Pero aprovechó la ocasión para bosquejar, ante la inminente campaña, un panorama cómodo y respetable en el que el dinero negro apareciera como una realidad neutra, éticamente aséptica, y la corrupción como algo totalmente desvinculado del dinero negro, como una imperfección natural que tienen todos. Seguramente quería que los niños, y sus padres, no pensasen en sus gravísimas y abrumadoras corrupciones, sino en las de Andalucía y Cataluña. Por eso zanjó su discursito infantil trivializando sus corrupciones como si fuera algo que hay que aceptar resignada y apaciblemente. Igual que en la película Con faldas y a lo loco, cuando Joe E. Brown aceptaba la confesión de Jack Lemmon, y contestaba como Rajoy a los niños: “nadie es perfecto”.
José María Mena fue fiscal jefe del TSJC.
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