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“Los violentos no son del barrio”

Los vecinos del banco ocupado atribuyen lo disturbios a gente “de fuera" y esperan un gran altercado el sábado

Vecinos de Gràcia, entre contenedores volcados.Foto: atlas | Vídeo: Albert Garcia | ATLAS
Daniel Verdú

A nadie le gusta que le quemen el coche o le rompan el escaparate. Pero en Gràcia, un barrio que en algunos aspectos todavía conserva los resortes sociales y comunicativos de un pueblo, más allá del cabreo, ayer también cundía el comentario generalizado de que los causantes de los altercados eran gente venida de fuera. De fuera en general. “Estos chicos eran muy pacíficos. Daban clases de inglés, hacían talleres de costura, cocinaban...”, reflexionaba María Helena, una de las comerciantes del Mercat de l' Abeceria central. El día anterior, Àngels Folch, del Secretariado Nacional de la ANC, había esbozado una teoría parecida en twitter: “Queda claro que Cataluña y los catalanes no tenemos nada que ver con esta violencia”. Entonces, ¿quién perturba la paz del barrio?, se preguntaban muchos por la mañana.

Además de una larga tradición de activismo social y casas okupa, para entender la idiosincrasia de Gràcia también es útil recurrir Les Teresines, aquella gloriosa serie de La Cubana en la que tres hermanas solteras se pasaban el día cotilleando por el balcón de su casa mientras contribuían a la economía sumergida catalana tejiendo ropa. A media mañana tres amigas sexagenarias pasean junto al banco, que en ese momento está siendo acorazado por un soldador y un chapista preparando la batalla final que se prevé para el sábado. “Ese día todas encerraditas en casa”, proclama Loli Martínez, de 65 años y vecina del barrio desde hace 40. “Todo esto son grupos organizados que no dan la cara, son gente de fuera. El vecino de Gràcia es muy amable”, analiza.

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Juani, otra vecina que arrastra el carro de la compra con la faja por fuera de la blusa opina parecido. No le gustan los okupas. Pero, en todo caso, no tiene duda que los causantes de los problemas no son del barrio. En cualquier caso, vengan del más allá o no, todo el mundo está ya concienciado de que el sábado los disturbios pueden ser monumentales. Se comenta en la barra del Canigó, el emblemático bar de la plaza de la Revolució. “Vaya semanita, ¿eh? Se va a liar”. Y en el bar Pietro, que cada día está cerrando tres horas antes para evitar los problemas. “Vendrá gente de toda Europa”. Muchos señalan a los Mossos como causantes de haber encendido la llama de la violencia. Otros apuntan a grupos organizados que se han infiltrado entre los manifestantes.

Después de cinco horas trabajando, los soldadores terminan de acorazar el banco. Está claro que la batalla de la que todo el barrio habla será por recuperar “el fuerte”, como lo define Pere, un vecino del edificio de enfrente del antiguo local ocupado. Justo ahí se forman toda la mañana tertulias improvisadas a cada rato hablando sobre política, desahucios y ese exótico concepto del “banco malo” que sirve para explicar algunas cosas que están sucediendo estos días en Gràcia. María Teresa, una peruana que vive en el barrio no acaba de entender lo que sucede. No acaba de entender que se pueda ocupar un espacio que tiene un propietario. En cualquier caso, no parece especialmente impresionada con las pedradas y los porrazos. “En América ya habrían venido 10 sicarios y habría varios muertos”. Así se las gastan fuera.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

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