Una franquicia aseada
Queen paseó sus clásicos en el Sant Jordi en un concierto entretenido con alma de karaoke
En un mundo de marcas y franquicias todo cabe para atender los deseos del público, de los consumidores. Anoche, en un Palau Sant Jordi lleno quedó muy claro que Queen puede vivir sobre los escenarios sin Freddie Mercury. No es ninguna novedad, la banda ahora liderada por Brian May y Roger Taylor ha ido perfeccionando su sistema de selección de personal hasta, parece que de forma definitiva, contratar establemente al cantante que les enterrará, un joven Adam Lambert que hizo lo posible para hacer olvidar a la verdadera reina. Y a tenor de la respuesta del público, en todo momento entusiasta, a Freddie no le queda más que revolverse en la tumba pues Queen sigue reinando, aunque con otra reina.
Barcelona acogió el único concierto en España de esta nueva gira de Queen, que en escena parecen un trío, ya que el resto de los músicos, otros tres, ocupan un discretísimo plano de mercenarios sin derecho a foco. Todo el protagonismo se lo llevaron desde el inicio Brian May, con su melena eternamente acaracolada y cenicienta, Roger Taylor tras su batería, por cierto doblada por otro baterista que ocupaba plaza con su instrumento a su derecha y Adam Lambert, ataviado como quien sale un sábado por la noche dispuesto a que le miren hasta la farolas: muchos brillos en la cazadora, gafas de sol tamaño escaparate, pantalones ajustados hasta la compresión de la femoral, unos zapatos tal altos que parecía preciso un ascensor para subirse a ellos y un peinado que Freddie no se hubiese permitido, con los laterales mucho más cortos que la parte superior. Y es que Adam es un joven salido del concurso American Idol que va a la moda, no la marca.
El concierto comenzó a todo trapo, con un sonido despeinado por los vatios. Tras sonar enlatada parte de Flash, el telón cayó cando comenzó a sonar The Hero, un tema que hacía siglos no tocaba Queen en directo. Después sonó Hammer To Fall y Queen pareció una banda de heavy en la que compartían estrellato el cantante y un señor mayor que justo detrás tocaba la guitarra en plan "miradme también a mí". Era May, claro. Siguieron Seven Seas, Stone Cold Crazy y fue con Fat Bottom Girls cuando el público bramó con ganas por vez primera. Más tarde llegó la necesaria evocación a Freddie a cargo de su sustituto, que atacó el primer gran clásico de la noche I Want To Break Free. Para que todo el protagonismo no se lo llevara el chaval, luego fue May quien dijo las cosas que se dicen en situaciones así, que están muy contentos, que Barcelona es muy bonita y añadió que tenían un sistema de grabación con cámaras muy moderno y competente. Luego, él solito, cantó en la punta del provocador Love Of My Life, y en medio de la pieza apareció una imagen de Freddie cantando esta pieza. Fue el inevitable momento güija, al que siguió un instante de autoafirmación, con Roger Taylor dejando la batería para también captar su cuota de miradas cantando Days Of Our Lives.
A todo esto el sonido fue mejorando poco a poco hasta quedar bien definido. Visualmente el montaje no era especialmente original, estando presidido el escenario por una gran circunferencia con una pantalla de vídeo en su interior que recordaba poderosamente al ojo que acaba ensombrecido por sangre en las presentaciones de los films de James Bond. La cámara a la que había aludido Brian estaba suspendida en un lateral y se movía casi como una forma más del espectáculo, que llegó, inevitablemente, al instante de los solos de batería, algo que suele recordar a esas competiciones de críos que coronan a quien escupe más lejos. Más tarde también lo habría de guitarra, mucho más pesado y largo que permitió evocar lo mismo.
El concierto estaba ya mediado y a partir de ese instante se deslizó por la pendiente de los hits hasta su resolución. Con Lambert con otro vestuario y sus tejanos preceptivamente agujereados, aún se cambiaría más veces, fueron pasando por taquilla Under Pressure, Crazy Little Thing, Another One Bites The Dust, I Want It All, Show Must Go On, Bohemian Rhapsody y Radio Gaga. Y sí, Adam Lambert es un cantante muy competente, pero la sensación de franquicia se mantuvo toda la noche sobre las cabezas de un Sant Jordi que coreó en los bises, el We Will Rock You y We Are The Champions como en un karaoke. El que tiene lugar cada vez que Queen canta sin su reina.
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