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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Sobradamente preparada

La entrada del PSC en el gobierno de Barcelona muestra lo limitado del proyecto de Colau, que viene a ser lo mismo de siempre. El unionismo está feliz

Hay movimientos que se ven venir de lejos y que son fruto de la necesidad, pese a que todo indique lo contrario. O que precisamente suceden de tanto negarlos. La vuelta del PSC al equipo de gobierno del Ayuntamiento de Barcelona estaba tan escrita que puede que algún día leamos la jugada Colau como uno de los mejores movimientos del PSC. Suena raro, pero la historia tiende a repetir patrones. Era sintomático el gusto con el que antiguos simpatizantes socialistas hablaban de Colau como un animal político. Se relamían. Lo que querían decir era que estaba preparada, que era un producto político acabado.

Atrás queda el calificativo de mafia que Colau repartió desde el púlpito. Aquel insulto, mafia, que llegaba incluso y por defecto a los votantes de otros partidos. Hoy Colau está lista, está más que preparada para sentar a su lado a Jaume Collboni. Poco importan el pasado del PSC, las amenazas a Itziar González, el clientelismo y los largos etcéteras. Ni que Collboni esté imputado o hiciese trampa en las primarias, al fin y al cabo, si nombras hoy gerente a Jordi Martí bien puedes pactar mañana con Collboni, ¿qué importa el pucherazo con los paquistaníes, si es política?

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Otra cosa es de qué tipo de política se trata y es ahí donde la predicción entra en juego. Era tan previsible que a largo plazo los socialistas volverían al poder, como que lo primero que harían sería tomar Cultura, área que por cierto tanto han desdeñado y maltratado el resto de partidos. Iniciativa preparó el terreno. A la mañana siguiente de entrar en el Ayuntamiento Laia Ortiz se dejó ver por las calles de Barcelona contando los sin techo que se encontraba. Colau la redimía pese a que Iniciativa había sido parte fundamental del modelo que dejó en la calle a los vagabundos y va a tener que hacer lo mismo con el PSC, los apoyos salen gratis. La prueba del cinismo se ha pasado con éxito y puede que hoy los socialistas se digan sin rubor que Colau es uno de los nuestros, un animal político.

Es además —hoy es imposible esconderlo— la garantía de que los cambios van a ser muy pequeños. Colau empieza a ser cómoda para el poder, que puede que incluso considere necesario que se mantenga en él. Puede que se mejoren las políticas sociales, justo es y nadie puede estar en contra. Y puede que volvamos a hacer la guerra del aire limpio, que eso es rentable y facilito, pero mientras tanto, Barcelona no tiene un proyecto de ciudad. No es que lo tenga que tener la alcaldesa, sería un tanto injusto pedírselo, pero es que tampoco lo tiene el grupo de urbanistas, politólogos y sociólogos que la aúpa. Lo malo es que todo hace pensar que el proyecto será no tener proyecto.

Una ciudad que se sienta cómoda teniendo su capital en Madrid es la materialización del sueño del status quo, la gran ilusión del centralismo que conviene a las grandes empresas, a muchos medios y, por supuesto, a algunas instituciones. La entrada del PSC en el gobierno municipal muestra lo limitado del proyecto de Colau, que se convierte en nota a pie de página de lo mismo de siempre. El unionismo está feliz.

El pacto de Colau con el PSC deja un vacío enorme. Es la oportunidad de oro para que otros partidos que puedan construir una propuesta de ciudad sin miedo, que pueda hablar de tú a tú a otras ciudades globales. Y esas propuestas deberán recoger la complejidad de una ciudad que no quiere desahucios ni que sus gobernantes desprecien el World Mobile Congress.

La Barcelona que se encalla en Can Vies, en los hoteles o en el tranvía de la Diagonal, una ciudad con el vodevil cultural que hemos presenciado, es una ciudad a medias. No es con Cataluña con quien tiene que medirse, que eso ya lo hemos vivido y de eso ya han vivido muchos: es con el mundo. Y en eso no la ayudará Madrid, sólo puede ayudarle Cataluña.

El proyecto que sepa poner el tiempo a favor de la ciudad tiene muchos números de ser el que prospere, a pesar de que todos los poderes estatales van a ver el equipo actual cada vez con mejores ojos. Se buscan políticos con ideas, vivencias, cultura, historia y práctica. Desde ya, que la ciudad está mucho más preparada que sus gobernantes.

Francesc Serés es escritor.

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