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El Port Olímpic quiere una nueva vida

La concesión termina en 2020 y los operadores y el Ayuntamiento de Barcelona buscan reorientar la oferta actual

Bares, restaurantes y locales de ocio del Port Olímpic.
Bares, restaurantes y locales de ocio del Port Olímpic. Masimiliano Minocri

El Port Olímpic cumplirá 30 años en 2020 y la efeméride supondrá el fin de la actual concesión. Los operadores quieren seguir explotando sus bares, restaurantes y locales de ocio, pero son conscientes de que el modelo tiene que cambiar. Abogan por ello el Ayuntamiento, los vecinos y los propios operadores. Faltan nuevos accesos, integrar esta zona en el barrio, aumentar el espacio público y, sobre todo, “actualizar” los bares musicales. Más que pequeños retoques de cara, a sus 30 años, el Port Olímpic se plantea una transformación global.

Las características que debe tener el Port Olímpic del futuro cuentan con un importante consenso, al menos en los aspectos más genéricos. El Ayuntamiento de Barcelona tiene la intención de convocar “una serie de reuniones con todos los actores implicados para ir definiendo conjuntamente” cómo tiene que ser el nuevo Port Olímpic. Uno de los aspectos que todo el mundo tiene claro es que la oferta de ocio debe cambiar.

“Ahora mismo es una fábrica de ocio, un espacio poco seguro al que los ciudadanos ya no van”, lamenta Jordi Giró, el presidente de la Confederación de Asociaciones Vecinales de Cataluña y militante vecinal del Port Olímpic. Para Giró es muy distinta la parte de los restaurantes, construida encima del espacio ganado al mar, de la de las discotecas donde, según el portavoz vecinal, existe un “problema de convivencia” y donde se repiten los robos y, en algunas ocasiones puntuales, hasta los asesinatos.

“Es un sitio emblemático con salud propia”

Una de las voces más autorizadas en el Port Olímpic es la de Alfons Herrero. Es el único que puede presumir de haber abierto el primer restaurante en este espacio que es el icono de la nueva Barcelona que nació con los Juegos Olímpicos, en 1992. “Es un sitio emblemático de Barcelona y cuenta con salud propia”, dice con orgullo. Los fogones de su restaurante, el Cangrejo Loco, funcionan desde la una del mediodía hasta la una de la noche para adaptarse al público autóctono y al extranjero, que se puede sentar a cenar antes de las 19.00 de la tarde. Herrero, que es también el presidente de Abroport, explica que su restaurante trata con un público muy familiar y con grupos de extranjeros.

El Port Olímpic genera trabajo para 1.500 personas y es uno de los pocos puertos deportivos que, en vez de ser deficitarios, da beneficios.

Esta es una de las voces más críticas con el actual modelo, pero la Asociación de Bares, Restaurantes y Ocio del Port Olímpic (Abroport) coincide en algunas de las quejas. El presidente del Gremio de Restauración de Barcelona, Roger Pallarols, que representa a Abroport, reconoce que “hay una sobreocupación de terrazas” y que “hace falta más espacio público”. También coincide en que “hay que actualizar la oferta de ocio, con menos cantidad y más calidad”.

La teniente de alcalde Janet Sanz se reunió con los operadores y les explicó que los cambios se tomarán “de forma participada y consensuada”. Los empresarios salieron “satisfechos”, pero advierten de que “ya ha empezado la cuenta atrás” y de que “el tiempo se nos echa encima”. El espacio es propiedad de la Generalitat pero lo concedió al Ayuntamiento de Barcelona para que, a su vez, lo adjudicara a los operadores que lo explotan actualmente. La intención del Ayuntamiento es seguir con este sistema.

En la comisión de Urbanismo del mes de marzo, el grupo municipal de CiU pidió explicaciones sobre el estado de la cuestión. Unos meses antes, en noviembre, la presidenta del grupo municipal de Ciutadans en Barcelona, Carina Mejías, ya reclamó el inicio de los trabajos de mejora de la estructura subterránea sobre la que descansan los restaurantes y que se encontrara una solución para los operadores. Consultada por este medio, Mejías valora que “se dé voz a los vecinos”, pero advierte de que se trata de una “cuestión con una gran complejidad técnica en la que se ven implicadas hasta tres administraciones”, el Ayuntamiento, la Generalitat y el Estado.

Problemas estructurales

Además del calendario, el otro gran reto que plantea este espacio es su estructura. El hormigón sobre el que está construido sufre una patología que lo ha dañado notablemente y el incansable oleaje ha erosionado el dique de protección construido bajo el mar. En 2009 se realizó una auditoría que advirtió de todas estas carencias y cifró su reparación en unos siete millones de euros.

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